viernes, 29 de diciembre de 2017

La totalidad de ‘Life Itself’, el privilegio de Steve James y la intensidad de Roger Ebert



Roger Ebert es uno de los más importantes y célebres críticos de cine en la historia de los medios de comunicación estadounidenses. Fue el primer crítico cinematográfico en recibir el premio Pulitzer, por su comentario cinematográfico semanal que escribió en el Chicago Sun Times desde 1967. También fue una estrella televisiva muy reconocida por su programa de debate alrededor de los estrenos junto al también crítico Gene Siskel. Ebert revolucionó el mundo de la crítica cinematográfica, adelantándose a su tiempo enviando reseñas prácticamente en tiempo real desde el Festival de Cannes, donde tenía fácil acceso a entrevistarse con las figuras más importantes del cine que allí se daban cita. La figura de Roger o sus propias palabras expresadas a través de la prensa o la televisión, se convirtieron en toda una constante para millones de estadounidenses durante cinco décadas. Era por supuesto predecible que la mirada se diera la vuelta y pudiéramos darle un vistazo a la vida de un hombre así. El privilegio para hacer el retrato, con visos de autorretrato, fue concedido al destacado documentalista Steve James, amigo personal de Ebert.

La película de Siskel parte de la importante premisa de no discriminar ninguno de los momentos en la vida privada y pública de Roger Ebert, iniciado con sus últimos años y meses de convalecencia como enfermo de un cáncer de tiroides con metástasis a los huesos que lo dejó sin mandíbula los últimos años de su vida, y su mentón y labio inferior colgando, casi una ironía macabra para un crítico de cine. Sin embargo, este documental elude el sentimentalismo y reflexiona desde esa dolorosa posición acerca de un hombre lleno de contradicciones, hijo de unos padres en Illinois que siempre lo apoyaron y rodeado siempre compañeros que admiraron su agudeza desde sus primeros escarceos en el periodismo. Así pues que no es una historia de sentimentalismos gratuitos. Eso sí, es dolorosa, más que por la enfermedad impresionante, por las contradicciones intensas de Ebert que se hicieron presentes durante toda su vida. Su gran calidad como escritor y las condiciones favorables que tuvo en buena medida, lo pusieron rápidamente en una buena posición para empezar a crear su leyenda como crítico.

Steve James utiliza un montaje convencional para los documentales, con fotos y videos de archivo contrapuestos a su propio registro de los últimos días de Ebert, incluso adentrándose en momentos auténticamente privados y tristes ante el avance imparable del cáncer. Los testimonios de sus compañeros de trabajo, sus familiares e incluso cineastas tan importantes como Herzog y Scorsese, configuran un retrato total de una personalidad. Nos muestran a un hombre intenso hasta tocar el fondo mismo del alcoholismo y al mismo tiempo a un periodista innovador que puso la crítica de cine en una posición de vanguardia en los medios norteamericanos. Por supuesto, esta conjunción se torna mucho más profunda cuando vemos a este gran pensador moderno postrado en una silla de ruedas o una cama, desfigurado y todavía con una actitud especialmente positiva, como la culminación de un carácter que se fue endulzando progresivamente a medida que fue envejeciendo. Eso puede percibirlo con fuerza el espectador, a pesar de que la construcción de Steve James como realizador vincula eficientemente momentos del pasado y del presente para elaborar un relato mucho más coherente y que constantemente explica la vida misma de Roger Ebert.

La labor de personalidades como Ebert determina con claridad un referente, un punto de comparación inmejorable entre el mainstream estadounidense de la segunda mitad del siglo XX y el actual. Ebert era la analogía del pensador mítico y sus reflexiones filosóficas, de lenguaje universal y que compartían la experiencia del cine estaban presentes en un periódico de clase media en Chicago y en la televisión a nivel nacional. La extinción de su propia vida parece al final la analogía de la extinción de toda una era.

jueves, 21 de diciembre de 2017

La misión de Rian Johnson y por qué ‘The Last Jedi’ es la mejor película de ‘Star Wars’ desde ‘The Empire Strikes Back’


Hollywood se transformó por completo cuando apareció la primera película de ‘Star Wars’ en 1977, hace ya 40 años. La película de George Lucas redirigió por completo el mundo del cine y empezó a crear imaginarios culturales muy poderosos que representaron prácticamente un nuevo modelo en el sistema del cine comercial estadounidense. Desde hace un par de años, la franquicia se embarcó en una nueva trilogía con miras a insertarse en el mundo actual, determinado en gran parte por la tecnología y controlado en el consumo en esta caso por los millennials y este año en particular ha lanzado ‘Star Wars: The Last Jedi’, el segundo episodio formal de la nueva aventura (tras la interesante ‘Rogue One’) y la tarea fue encomendada a Rian Johnson, un director con alguna experiencia exitosa en el cine independiente y algo más en la televisión. La película retoma la reiniciación de la resistencia tras la baja de Han Solo y la puesta de las fichas en el tablero con dos personajes claramente puestos en contraposición reactivando las filas del lado oscuro y la fuerza rebelde con Kylo Ren (Adam Driver), el hijo de Solo y Leia (con Carrie Fisher de regreso) y Rey, la versión actualizada del elegido Luke Skywalker (Mark Hamill). La generala Leia Organa está al frente y enfrenta a su propio hijo, al mando de los ejércitos y controlado furiosamente por el truculento Snoke (Andy Serkis). 

La misión encomendada a Rian Johnson no fue nada sencilla, especialmente para alguien como él que no representa una figura reconocida en el mundo del cine. Sin embargo, Johnson se decidió a construir un entramado que le permitiera dejar la saga restaurada y fresca de cara al futuro. Eso fue precisamente lo que consiguió. Separó al grupo en varios subgrupos con misiones diversas. Por una parte, el exsoldado imperial Finn emprende la aventura en pos de su propio esfuerzo ante la Primera Orden y para esto se acompaña de la encantadora Rose (Kelly Marie Tran). Leia se acompaña de C-3PO, la vicealmirante Holdo (una preciosa Laura Dern) y Poe (Oscar Isaac) el incontenible y diestro piloto que lidera las naves rebeldes, siempre acompañado por BB8. Por supuesto, Rey (Daisy Ridley) adelanta la tarea de repatriar a Luke en compañía de Chewbacca y R2D2. En el lado oscuro se enlistan Kylo Ren, la capitana Phasma (Gwendoline Christie) y el general Hux (Domhnall Gleeson). Para resolver el asunto de los Jedi, los desmitificó utilizando a Luke (sin duda una apuesta colosal y riesgosa) para trascenderlos al mismo tiempo, incluso involucrando a Yoda. Para confrontar a los dos nuevos poseedores de la fuerza, utilizó un recurso de montaje que permite representar eficientemente la conexión psíquica e incluso la ubicuidad. Los giros argumentales son usualmente sorpresivos y progresivamente más emotivos. La película rehúye al sentimentalismo, al apego y se decide a dar un paso, a dejar en lo más alto a los mitos y hacer evolucionar a la nueva civilización creada. También logra definir el mundo de Star Wars y crear así incluso tipos de personajes, logrando que la nueva generación se alimente de diferentes personajes históricos como Solo, Luke, Leia, Vader, Obi Wan, Yoda y demás en nuevas configuraciones que viven genética y dramáticamente por ellos. Con gran destreza, emocionando con grandes recursos fílmicos que no se soportan funcionalmente en los efectos y con posturas genuinas, Rian Johnson logró abrir descomunalmente la perspectiva de la saga que dividió en dos la historia del cine comercial.

Esta es una película que tiene relaciones verticales profundas con la primera trilogía de George Lucas, que logra construir una horizontalidad coherente y que proclama la vista al futuro con los pies en el presente. Rian Johnson logró dejar muy en alto el pasado y simultáneamente plantear un futuro promisorio para la franquicia. Se diferenció notablemente de la plaga de blockbusters de superhéroes y de paso puso en evidencia la pereza y superficialidad críticas del espectador comercial contemporáneo.

viernes, 15 de diciembre de 2017

La valentía de Dorota Kobiela y Hugh Welchman y el valor asombroso de ‘Loving Vincent’



El cine de animación sin duda alguna extiende la flexibilidad del cine al integrarlo decidida y procesalmente con los dominios del diseño y la plástica en general. Como se puede suponer fácilmente, la animación tiene la capacidad de representar prácticamente cualquier mundo. ‘Loving Vincent’ es una de las cintas de animación más esperadas de los últimos años porque se anunció desde el primer momento que sería pintada al óleo replicando la técnica del legendario pintor post-impresionista holandés Vincent Van Gogh. Por supuesto, tomar la decisión de seguir adelante con esta idea requiere de valentía y constancia particulares. De hecho, para la directoria Dorota Kobiela y su codirector y productor Hugh Welchman, uno de los obstáculos más importantes para recaudar fondos para la película fue la dificultad técnica. Sin embargo, el gran método residió en el valor agregado que representa esta obra. ‘Loving Vincent’ nos pone en la perspectiva de Armand Rulin (Douglas Booth), miembro de la familia Roulin, retratada por Van Gogh en su estancia con ellos, quien vuelve a recorrer los pasos del pintor para reconstruir sus últimos años y su propia muerte a partir de los fragmentos esparcidos en diversos lugares por donde pasó el holandés, especialmente en Francia. Desde el punto de vista documental, sin referirse al término cinematográfico, la película echa mano de toda la documentación histórica que existe alrededor del pintor holandés, incluyendo sus célebres ‘Cartas a Theo’, que recoge la correspondencia que le envió a su hermano, los testimonios de los Gachet y los Doulin, quienes lo tuvieron en sus casas, de testigos de los hechos y de el mismo relato implícito de las propias pinturas de Van Gogh.

La estética de la película, especialmente al ser experimentada en la sala de cine, es inevitablemente asombrosa y formalmente alucinante. Impregnarle movimiento a las conmovedoras y célebres pinturas de Van Gogh sin duda tiene unos efectos muy particulares para el espectador, a los cuales no podrá resistirse. La impresión de la proyección misma tiene un efecto impresionante en la percepción, casi como un nuevo estado mental, sin exagerar. Cada plano resulta cautivante, capta la atención de forma casi hipnótica. El asunto por sí mismo vale la pena sobradamente toda la experiencia. Sin duda es algo fascinante. En lo técnico, utilizaron necesariamente la muy especial e histórica técnica de la rotoscopia que logra soportar en términos de producción la gran aventura que representa la creación de miles de óleos. Pasando al asunto dramático dentro de lo cinematográfico, de forma específica, el concepto en realidad es tradicional. Se trata de un thriller muy clásico con extensas referencias en el cine occidental, específicamente en Francia y en Estados Unidos, desde muy tempranos años en la historia del cine.  Utiliza visualmente códigos diferentes para relacionar armónicamente la necesaria vinculación entre el pasado y el presente en la elaboración de un thriller. Por lo demás, simplemente seguimos a un protagónico que ejerce el papel fundamental de reconstructor de la verdad, de esclarecedor del misterio, quien va entrevistándose con diferentes testigos y personajes que tienen una parte del rompecabezas para aportar a la tarea reconstructiva. La suma del género cinematográfico y el ejercicio experimental plástico estimula especialmente la atención del espectador, la refuerza muy particularmente porque estamos conectados emocionalmente con la poesía visual y con el drama cinematográfico, de forma simultánea. La profunda melancolía y ternura reflejada en la obra misma del pintor holandés logra ser eficientemente vertida en el flujo natural de la película.

Al final, la obra cinematográfica, que compila toda la información existente alrededor de Van Gogh, con énfasis especial en la correspondencia que sostuvo con su hermano Theo, sumando las propias pinturas y los testimonios de las casas en las cuales convivió con familias o individuos, en ciertos casos especialmente notables, como Paul Gauguin, como es bien sabido, se erige como un documento importante en torno a la conservación del legado de Vincent Van Gogh. Trasciende la hermosa experiencia cinematográfica que representa y se erige además como un documento de consulta especialmente acogedor.

viernes, 8 de diciembre de 2017

La afectividad conflictiva de ‘The Meyerowitz Stories’ y la integración narrativa de Noah Baumbach

Crítica | The Meyerowitz Stories

Noah Baumbach ha sido una de las figuras más importantes en el panorama del cine independiente estadounidense durante más de veinte años. Ha logrado conseguir un espacio de reconocimiento notable con películas tan destacadas como ‘The Squid and The Whale’ y ‘Frances Ha’, por solo mencionar un par de obras de su interesante filmografía, con un cine siempre notable en lo narrativo y lo actoral, recibiendo inevitablemente la herencia de directores como Woody Allen y Robert Altman. Su más reciente película se titula ‘The Meyerowitz Stories (New and Selected)’ y para ella logró reclutar a un elenco bien nutrido, con Dustin Hoffman, Emma Thompson, Ben Stiller, Adam Sandler, Grace Van Patten, Judd Hirsch y Elizabeth Marvel, entre otros. La historia nos cuenta el reencuentro de la familia Meyerowitz alrededor de la alrededor de la celebración artística del padre, Harold (Dustin Hoffman), escultor de medianos vuelos ya prácticamente en el retiro, casado con Maureen (Emma Thompson), una hippie eterna con episodios de pánico bien ocultos y problemas de alcohol. Los primeros en llegar son Danny Meyerowitz (Adam Sandler), músico cojo casi como una metáfora de su propia carrera, y su hija Eliza (Grace Van Patten), millennial cineasta en ciernes, quienes se encuentran ya en el lugar con Jean (Elizabeth Marvel), la única hija de Harold, llena de grises y de melancolías tranquilas. Quién no acude es el ocupado Matthew (Ben Stiller), ocupado contador y hombre de negocios que parece ser el único cuerdo y exitoso en casa, al menos en apariencia. 

Inicialmente, la situación que plantea la película es todo un tema en la historia del cine, en donde la eventualidad en una familia va revelando poco a poco los conflictos que implican los lazos de sangre, con historias de larga duración que siempre están rondando en los sentimientos de las personas, llenas de heridas en muchos casos aún abiertas. Por supuesto, la comedia aquí lo revela con una serie de situaciones incómodas que se van acrecentando poco a poco. Baumbach va acumulando progresivamente estos vínculos entre estos personajes que se suman, de tal forma que muy eficientemente pronto conseguimos un escenario que gira en torno a un padre totalmente atípico como lo es Harold. La construcción episódica configura un orden particular, en donde se disecciona casi de forma quirúrgica la entraña de esta familia realmente dispersa. Baumbach utiliza conceptos de edición que permiten que el corte en momentos inesperados genere más recordación y sobre todo más impacto emocional, específicamente en el género de la comedia. Stiller y Sandler en los papeles de Matthew y Danny, establecen una relación que resulta muy efectiva para este tipo de películas, con interpretaciones llenas de detalles brillantes, muy probablemente de improvisación. En diferentes niveles, se incluyen críticas generacionales que caben muy bien en un retrato familiar, desde la autosatisfacción ególatra de los baby boomers hasta la superficialidad desquiciada de los millennials, pasando por el resentimiento permanente de la generación X. 

‘The Meyerowitz Stories’ es una película que funciona en dos niveles de interpretación que son igualmente válidos. Puede considerarse que se va abriendo narrativamente, exponiendo la realidad progresivamente o también puede decirse que va yendo poco a poco al fondo de la emoción particular de cada personaje, que finalmente va exponiendo su propia verdad de forma incluso muy pública. Noah Baumbach nos revela los asuntos profundos de la afectividad, especialmente los familiares, llenos de impactos personales e históricos que terminan siendo obstáculos en la vida de cada quien. La expiación y el perdón se vuelven necesarios, incluso para quienes se resisten a los sentimentalismos. La presencia de la comedia nos permite verlo con la distancia suficiente para comprender perfectamente cuáles son las verdaderas causas y consecuencias de una situación que en realidad es común para cualquiera.

sábado, 2 de diciembre de 2017

La burbuja de ‘Justice League’, la frustración de Zack Snyder y la renuncia de DC


Continúa la competencia en la zona multimillonaria de los blockbuster en el ya crecido subgénero de la ciencia ficción dedicado a los superhéroes, tan en boga en los años más recientes de esta generación. DC, la filial cinematográfica de la legendaria editorial de cómics, empezó algo tarde la carrera de este siglo contra Marvel, que desde los primeros años de los dos mil lanzó sus primeros episodios de blockbuster con sus primeros lanzamientos de Hulk, Spiderman, los X Men y algunos muy olvidables Fantastic Four. DC ya había hecho presencia con sus personajes emblemáticos como Batman y Superman en películas que, si bien también fueron bien comerciales, lograron marcar auténticos clásicos generacionales. Mientras Marvel ya suma dos taquillazos históricos con las historias que reúnen a sus héroes en las entregas de Avengers, DC ha tenido que acelerar el paso, sumando un encuentro realmente frustrado entre Batman y Superman y ahora la primera edición de Justice League, la anhelada reunión de Superman (Henry Cavill), Batman (Benn Affleck), Wonder Woman (Gal Gador), Aquaman (Jason Momoa), Flash (Ezra Miller) y Cyborg (Ray Fisher). El planteamiento nos cuenta que Batman y Wonder Woman siguen en busca de otros superhéroes para enfrentar una amenaza extraordinaria y extraterrestres que buscan, como es usual, la fuente máxima del poder absoluto, para decirlo de forma resumida. Por lo pronto, solo cuentan con el extremadamente relajado y sempiterno mayordomo Alfred (Jeremy Irons en el que debe ser el trabajo menos exigente y más lucrativo de su carrera).

Zack Snyder sin duda se destacó en la primera década del siglo con títulos que llamaron la atención especialmente, con adaptaciones de importantes novelas gráficas, como 300 y Watchmen, incluyendo además la muy poco mencionada cinta de animación Legend of the Guardians: The Owls of Ga'Hoole. Sin embargo, desde que se adentró en el terreno de los superhéroes populares  a nivel mundial, no ha podido conseguir esa película que represente para él la consagración en ese terreno. Tanto así que para los conocedores de su obra sigue siendo específicamente destacado por las obras mencionadas. Las películas de Snyder en esta década han carecido de la profundidad conflictiva típica del superhéroe o por el contrario ha abusado de ella. En este caso en particular, como si siguiera en exclusiva las órdenes de los ejecutivos de DC, ha dirigido una película dedicada en exclusiva a la estimulación de simples sensaciones, con alguna construcción emotiva acertada, pero ningún alcance realmente importante. La desmedida explotación de los efectos visuales para crear los escenarios de unos personajes en los que su fondo humano apenas se vislumbra se podría decir que es casi alarmante. El humor curioso, bizarro y simplón que se apodera de este género hace que casi sea innecesario que regresen las parodias humorísticas de los blockbuster tan comunes en otras épocas.


La pregunta que surge no solo para Snyder sino para DC es la siguiente: ¿DC se ha rendido en la competencia de Marvel? La casa de Spiderman ha logrado desarrollarse en un campo que se mueve armónicamente hasta el momento entre la comedia y la ciencia ficción, con alguna buena construcción de suspenso, especialmente en títulos como ‘Captain America: The Soldier Winter’, la primera entrega de ‘Avengers’ e incluso han tenido éxito con una serie de personajes menos renombrados en este universo. DC no logró conectar por diversos motivos las importantes películas de Cristopher Nolan con su destacado Batman y tuvo que reinventarse en esta carrera armamentística de la taquilla y la crítica frente a Marvel. Zack Snyder apostó por acercarse a la reflexión humana de Nolan, con la base de sus exitosas adaptaciones de novela gráfica, pero el resultado fue fallido. Tal vez esta primera entrega de la legendaria Liga de la Justicia sea una declaración abierta de renuncia a la trascendencia para entregarse a la máxima comercialidad, sin ascos. Lo triste para ellos es que la película tampoco ha funcionado especialmente en ese aspecto. El desarrollo de Marvel y los Batman de Nolan pusieron la vara alta.