Roger Ebert es uno de los más importantes y célebres críticos de cine en la historia de los medios de comunicación estadounidenses. Fue el primer crítico cinematográfico en recibir el premio Pulitzer, por su comentario cinematográfico semanal que escribió en el Chicago Sun Times desde 1967. También fue una estrella televisiva muy reconocida por su programa de debate alrededor de los estrenos junto al también crítico Gene Siskel. Ebert revolucionó el mundo de la crítica cinematográfica, adelantándose a su tiempo enviando reseñas prácticamente en tiempo real desde el Festival de Cannes, donde tenía fácil acceso a entrevistarse con las figuras más importantes del cine que allí se daban cita. La figura de Roger o sus propias palabras expresadas a través de la prensa o la televisión, se convirtieron en toda una constante para millones de estadounidenses durante cinco décadas. Era por supuesto predecible que la mirada se diera la vuelta y pudiéramos darle un vistazo a la vida de un hombre así. El privilegio para hacer el retrato, con visos de autorretrato, fue concedido al destacado documentalista Steve James, amigo personal de Ebert.
La película de Siskel parte de la importante premisa de no discriminar ninguno de los momentos en la vida privada y pública de Roger Ebert, iniciado con sus últimos años y meses de convalecencia como enfermo de un cáncer de tiroides con metástasis a los huesos que lo dejó sin mandíbula los últimos años de su vida, y su mentón y labio inferior colgando, casi una ironía macabra para un crítico de cine. Sin embargo, este documental elude el sentimentalismo y reflexiona desde esa dolorosa posición acerca de un hombre lleno de contradicciones, hijo de unos padres en Illinois que siempre lo apoyaron y rodeado siempre compañeros que admiraron su agudeza desde sus primeros escarceos en el periodismo. Así pues que no es una historia de sentimentalismos gratuitos. Eso sí, es dolorosa, más que por la enfermedad impresionante, por las contradicciones intensas de Ebert que se hicieron presentes durante toda su vida. Su gran calidad como escritor y las condiciones favorables que tuvo en buena medida, lo pusieron rápidamente en una buena posición para empezar a crear su leyenda como crítico.
Steve James utiliza un montaje convencional para los documentales, con fotos y videos de archivo contrapuestos a su propio registro de los últimos días de Ebert, incluso adentrándose en momentos auténticamente privados y tristes ante el avance imparable del cáncer. Los testimonios de sus compañeros de trabajo, sus familiares e incluso cineastas tan importantes como Herzog y Scorsese, configuran un retrato total de una personalidad. Nos muestran a un hombre intenso hasta tocar el fondo mismo del alcoholismo y al mismo tiempo a un periodista innovador que puso la crítica de cine en una posición de vanguardia en los medios norteamericanos. Por supuesto, esta conjunción se torna mucho más profunda cuando vemos a este gran pensador moderno postrado en una silla de ruedas o una cama, desfigurado y todavía con una actitud especialmente positiva, como la culminación de un carácter que se fue endulzando progresivamente a medida que fue envejeciendo. Eso puede percibirlo con fuerza el espectador, a pesar de que la construcción de Steve James como realizador vincula eficientemente momentos del pasado y del presente para elaborar un relato mucho más coherente y que constantemente explica la vida misma de Roger Ebert.
La labor de personalidades como Ebert determina con claridad un referente, un punto de comparación inmejorable entre el mainstream estadounidense de la segunda mitad del siglo XX y el actual. Ebert era la analogía del pensador mítico y sus reflexiones filosóficas, de lenguaje universal y que compartían la experiencia del cine estaban presentes en un periódico de clase media en Chicago y en la televisión a nivel nacional. La extinción de su propia vida parece al final la analogía de la extinción de toda una era.
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