sábado, 27 de marzo de 2021

El pecado original de ‘The Godfather: Part III’ y la mafia inmortal de Francis Ford Coppola






















Michael Corleone (Al Pacino), el héroe trágico de esta larga epopeya, quedó en la cima del poder mafioso tras superar los límites morales de la villanía, ordenando la ejecución de su hermano Fredo. La imagen de Michael transformado por completo en El Padrino, en su padre mismo, de cara al Tahoe, donde yacía el cuerpo de Fredo, quedó tatuada en la memoria de la historia cultural del cine para siempre. Dieciséis años después, Francis Ford Coppola volvió a abrir las puertas de las mansiones de la familia Corleone, para cerrar su saga sobre el poder mafioso con The Godfather: Part III (1990), en donde nos narra los esfuerzos del diabético y cansado Michael Corleone (Pacino), mientras trata de legalizar sus negocios por la vía de la iglesia, con la purga de sus pecados a través de la caridad, pero se encuentra entonces con un suprapoder que le impide escapar, con una condena a perpetuidad, con una mancha indeleble en el espíritu. De los tiempos esplendorosos de la vieja familia mafiosa, solo queda su hermana Connie (Talia Shire) y Kay (Diane Keaton), la madre de sus hijos, el  vestigio de la promesa de cuento de hadas que fue su vida. Ante el rechazo a los negocios familiares por parte de su hijo Anthony (Franc D’Ambrosio), su hija Mary (Sofia Coppola) y su sobrino Vincent (Andy García), violento y pasional como su padre Sonny, se involucran en un amor maldito que vislumbra la pareja que asume la herencia de la cosa siciliana.   

En 2020, Coppola modificó la edición de su película para conseguir una coda más justa para la trilogía, con un subtítulo que no es spoiler: la muerte de Michael Corleone. Como en las dos catedrales que le antecedieron, nuevamente Don Corleone, ahora Michael, define los asuntos de su empresa criminal en medio de la festividad imperecedera, con nuevas generaciones que tienen el mismo espíritu en la sangre. Pero como antesala, Michael se apersona del acuerdo que busca limpiar sus negocios y su alma, con donaciones extraordinarias y sistemáticas directamente al Vaticano, entre jefes de familia, con un Papa enfermo que estaba a punto de una de las transiciones que Michael ya conocía. Gordon Willis nos refugia en el abrazo cálido de una nueva provincia siciliana y también en el útero mafioso de la cueva de maleantes neoyorquina en la que se gestó el viejo enfermo y angustiado que no puede quitarse de encima la maldición recalcitrante y polvosa de las familias mafiosas que defienden lo que han hecho siempre de su vida, que se recogen sobre sí mismos, sin dejar escapar a Michael. Just when I thought I was out, they pull me back in se queja Michael tras salvarse de una balacera eterna, dejando una anécdota que redoblarían en fama los mafiosos televisivos de The Sopranos. En una escena prodigiosa, Michael abre los traumas de su tarea impuesta a la fuerza por el destino frente, expiando sus culpas frente al futuro y sacrificado Papa Lamberto (Ralf Vallone). 

En la reedición de Coppola, constantemente se corta al aire con la amenaza sicarial que pende como un cielo nublado sobre Michael y los suyos. Poco a poco ese cielo se despeja, no para descubrir el sol que espera ‘El Padrino’ para librarse de su padrinazgo, sino para revelar la vieja sentencia que condenó a su estirpe desde que Vito Corleone como niño escapó de la muerte en su tierra. La amenaza ha cruzado las décadas para encontrarse con Michael y la sangre Corleone en las escalinatas de la ópera, en donde su hijo ha representado el destino familiar mismo en la Cavalleria Rusticana, con una tensión que recuerda la reconstrucción que Hithcock hizo sobre sí mismo con El hombre que sabía demasiado (1956). Lo que le espera a Michael es el dolor en las tripas, en la mente, incurable. La devastación de aquel joven veterano de la marina, la esperanza de redención de su padre, quien asistía desprevenido a la boda de su hermana. 

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