La relación entre el cine y la música afro ha sido especialmente extensa y trascendente. No solamente se ha limitado a la música compuesta específicamente para las películas o la música que se utiliza constantemente para ser incluida en la cinta, sino que los músicos afro también han desarrollado una faceta como actores y, por supuesto, también han sido el centro de grandes películas, en la ficción y en el documental. Recientemente, han podido disfrutarse en salas y plataformas de streaming diversos documentales biográficos alrededor de músicos trascendentes de la cultura afroestadounidense que transformaron la música popular en el mundo, como John Coltrane (‘Chasing Trane’, 2016), Lee Morgan (‘I Called Him Morgan’, 2016), Sam Cooke (‘The Two Killings of Sam Cooke’, 2019) y Nina Simone (‘What Happened, Miss Simone’, 2015), entre otros. El turno es para el legendario Miles Davis y el documental es ‘Miles Davis: Birth of the Cool’ (2019), dirigida por el experimentado documentalista afroamericano Stanley Nelson, destacado por su extraordinario documental sobre los Derechos Civiles, ‘Freedom Riders’ (2010) y más atrás ganador del Premio Especial del Jurado en el Festival de Sundance, con su excelente capitulo ‘The Murder of Emmett Till’ (2003), parte de la serie ‘American Experience’ (de 1988), en el que cuenta los acontecimientos de un crimen racial a mediados de los cincuenta en Mississippi. En ‘Miles Davis: Birth of the Cool’, Nelson nos narra la historia del surgimiento y ascenso legendario del trascendental trompetista y compositor de Alton, Illinois, que marcó toda la historia del jazz desde los años cuarenta hasta los ochenta.
Nelson se ha caracterizado por durante toda su carrera por tener una perspectiva profunda alrededor de la cultura afroamericana, especialmente en el aspecto histórico que ha sido especialmente conmocionado en los Estados Unidos. Esta perspectiva también está presente en su revisión biográfica de Miles Davis. El histórico músico de jazz, que como pocos cruzó las décadas y se adaptó como protagonista de cada época, sirve como eje central para ver de fondo la transformación misma de la sociedad estadounidense, desde el resplandor embriagante de los años cuarenta hasta el destello sintético de los ochenta. La voz convencional del narrador es la voz de Davis, pero interpretada por el actor Carl Lumbly. Ese pequeño recurso de ficción en el documental nos permite abrir el estado de percepción de la evocación para adentrarnos más íntimamente en las palabras, todas ellas verídicas, de un hombre atribulado, atormentado y especialmente sensible, que concebía la música como todo un lenguaje idóneo para expresar sus emociones más profundas, usualmente inviables en su vida más personal. Los testimonios de grandes protagonistas de cada una de esas etapas, desde músicos hasta relativos a la intimidad de Davis, dan cuenta de la trascendencia de una personalidad que definía auténticamente la vanguardia, con la mirada siempre en el presente y el futuro, aún con logros extraordinarios que se acumulaban atrás en su vida y en la historia del jazz. Este hombre turbulento y en constante ruptura llevó de la mano al jazz por un tiempo que representó todo un reto para todos los géneros musicales. Le dio vigencia y lo innovó constantemente. Puede vérsele en todas las fotografías históricas, al lado de Charlie Parker y Dizzy Gillespie, al lado de John Coltrane y Gil Evans, haciendo en vivo la música del clásico ‘Ascensor al cadalzo’ (1958), de Louis Malle, en quinteto con Ron Carter, Herbie Hancock, Wayne Shorter y Tonny Williams, en los terrenos de la contracultura, del funk y el rock con Dave Holland, John McLaughlin y Chick Corea, incluyendo su descenso al submundo de las drogas duras, y en el auge del jazz fusión y como toda una superestrella con músicos como Marcus Miller, John Scofield y Darryl Jones. Miles, de mirada profunda, inquieta e incluso violenta, siempre estuvo sacudiendo el agua y condujo a la cultura estadounidense entera durante un lapso en el que el mundo se transformó en una medida que antes le costó siglos.