El cine colombiano podría considerarse como una de las cinematografías más heterogéneas de Latinoamérica, con una cantidad de películas considerable con respecto a la de otros países, especialmente por las medidas progresivas en torno a la producción de cine (no tanto en torno a la exhibición). Una de las películas más importantes justo en la entrada de una fase del auge en la producción, en la entrada de los años noventa, fue ‘Confesión a Laura’ (1990), la primera y célebre primera ficción como director, de Jaime Osorio, predominantemente productor destacado en la primera década del siglo. ‘Confesión a Laura’ se remonta al definitivo y fatídico 9 de abril de 1948, el día del llamado ‘Bogotazo’, cuando fue asesinado el muy popular candidato liberal Jorge Eliecer Gaitán, muy seguramente destinado a ser el presidente de Colombia y a transformar la tradición política del país, más bien conservadora. La película nos lleva en el tiempo hasta el apartamento de una pareja madura sin hijos que termina atrapada en medio de los violentos disturbios en la ciudad. Santiago (Gustavo Londoño) es un hombre tímido y modesto, de edad madura, que vive con su esposa Josefina (María Cristina Gálvez), una mujer conservadora que lleva las riendas de la casa y ejerce cierta presión sobre Santiago. Es el cumpleaños de Laura (Vicky Hernández), la vecina del edificio del frente, profesora soltera y contemporánea de ellos. Josefina envía a Santiago a casa de Laura con un pastel de cumpleaños como obsequio, pero la amenaza violenta justo en la calle afuera del edificio lo deja ahí atrapado. Entonces empiezan a salir a la superficie las verdaderas esencias de los tres personajes.
‘Confesión a Laura’ nos habla de la increíble contención de la verdad en la vida de las personas. Santiago es un hombre con sueños, con expectativas, que ha tenido que someterse, no a su esposa, sino a los convencionalismos tradicionalistas de una sociedad especialmente conservadora, a la cual tiene que esconderle incluso sus inclinaciones políticas, mucho más sus emociones más auténticas. Por su parte, Laura es una mujer que ha debido soportar el tremendo e histórico estigma que deben soportar las mujeres solteras, especialmente las más adultas, aquellas que se han resistido a la institución matrimonial, a tal punto que ha tenido que acogerse en gran medida a esa carga social. Mientras Josefina, quien ha entregado toda su vida a ese convencionalismo dispuesto para las mujeres, no tiene más remedio que ver por la ventana con el temor de sufrir una infidelidad, Santiago y Laura poco a poco van emergiendo a la superficie con toda la honestidad de su verdadera identidad. Jaime Osorio nos muestra conmovedoramente el encuentro de dos personas que necesitan simplemente del reconocimiento del otro, de la mirada como hombres y mujeres, de una observación humana extensa, en la que pueda caber toda su identidad, desde lo social hasta lo sexual, pasando por lo político e incluyendo el valor de su propia existencia como seres con emociones que nacen de sus propias pasiones. El guion de Alexandra Cardona nos involucra en ese proceso de liberación de los personajes y nos encierra en la intimidad gustosa de ese descubrimiento mutuo. La cámara con sus emplazamientos tiene la capacidad de narrarnos por sí misma, dando testimonio del rodeo constante del formalismo en el proceso arduo de romper el hielo. En ese esfuerzo, la fotografía de Adriano Moreno tiene la virtud de ser intimista en el momento preciso, cuando la historia lo requiere. ‘Confesión a Laura’ es una película que parte de un contexto histórico fundamental para comprender a la Colombia y la Bogotá de nuestros tiempos, pero se extiende desde ese punto de partida para hablar de la poco expresada crueldad con la cual los convencionalismos sociales y la moral pública han llegado a estrangular nuestra verdadera identidad. La necesidad cada vez más urgente de ser nosotros mismos por fuera de los modelos que se han impuesto sistemáticamente.
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