El cine del Cono Sur del continente americano ha estado muy activo durante lo que lleva transcurrido este siglo. Esa actividad ha tenido excelentes resultados por supuesto en Argentina, pero también en países como Uruguay y Chile. En este último, es notable el avance que ha tenido la cinematografía, seguramente de la mano con el crecimiento económico y del país en general en relación con la región. Uno de los cineastas chilenos más destacados durante ese lapso es Sebastián Lelio, especialmente en lo que llevamos de esta década. Lelio se ha destacado notablemente para el mundo en el panorama del cine latinoamericano, recorriendo con gran éxito los festivales y premios más importantes del mundo, con películas especialmente destacas como ‘La Sagrada Familia’ (2005), ‘Gloria’ (2013) y más recientemente ‘Una mujer fantástica’ (2017), que acaba de valerle el Óscar a mejor película extranjera y el segundo Óscar para Chile en tres años, después de obtener el de mejor corto de animación para ‘Historia de un oso’ (2014) en 2016. ‘Una mujer fantástica’ nos cuenta la situación que debe vivir Marina Vidal (Daniela Vega), joven mujer transexual, tras enfrentarse a la fatalidad con su pareja, Orlando (Francisco Reyes), haciendo activa toda la discriminación latente hasta ese punto.
El planteamiento de ‘Una mujer fantástica’ es inmejorable. De forma muy hábil nos han introducido como espectadores en una relación entre un hombre maduro y una mujer joven transexual, que sin duda alguna nos llama, tiene nuestra atención, nos contagia. La acción se dispara de forma intensa, emocionante, nos ponen frente a una auténtica víctima que conmovedoramente tiene de repente en sus manos la más dura fatalidad y tiene de cara al mundo mismo, a una sociedad discriminatoria, cruda, que la pone contra la pared de forma inmediata. Lamentablemente, los hechos que se han apropiado legítimamente de toda nuestra atención, poco a poco se van diluyendo en palabras de las cuales ya conocemos su existencia, de contenciones cómodas, limitadas, a veces hasta lugares comunes no especialmente interesantes. Como espectadores empezamos al borde del asiento y terminamos desparramados en la silla de la sala de cine, sorbiendo nuestra bebida.
A pesar de un tratamiento cinematográfico atractivo, centrado en el movimiento como motor del ritmo mismo de la película, el criterio es difuso, los espacios no son significativos, no se percibe claramente hacia donde van las cosas y eso está lejos del misterio y más bien cercano a un devenir extendido deliberadamente con intenciones estéticas. La presencia de la fantasía luce desarticulada, con entes flotantes, que miran pero no expresan, que hablan pero no dicen. Se extraña que el guion, bien direccionado de por sí, sirva para plantear acciones que funcionen como catalizador para expresarnos la situación, que nos muestre al personaje en una situación que sin duda es potente, pero que parece servir solo para que notemos su individualidad, en donde incluso se percibe una falta de matices que derivan en un melodrama más bien gris. La ciudad está presente, la aventura está planteada, pero se queda en obra negra, se desperdicia en un trasegar interno que tampoco contagia, y no tiene que ver eso con la particularidad del personaje principal.
Sin embargo, lo más interesante resulta ser la extensión de la feminidad que plantea Lelio, no solo en esta película sino en otras obras de su filmografía, como ya lo había expresado en ‘Gloria’. El reconocimiento de lo femenino es sin duda valioso, más allá del género mismo. No es precisamente un tema nuevo, pero es importante en los tiempos que vivimos. La feminidad es mucho más extensa de lo que convencionalmente se ha construido para esa condición y Leilo hace énfasis en ello con acierto. Lamentablemente, todo naufraga en una corrección política inane. ‘Una mujer fantástica’ será un referente más en el cine latinoamericano, pero no especialmente en la discusión social contemporánea.
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