Ai Weiwei es uno de los artistas más polifacéticos y versátiles del mundo entero. El prolífico artista chino ha transitado de forma destacada los terrenos de la pintura, la escultura, la instalación, la fotografía, la arquitectura y por supuesto el cine, específicamente en el terreno del documental, que le ha servido notablemente para su conocida faceta como activista, que incluso le ha valido conflictos célebres con el autoritario gobierno chino. Sin duda, su obra más destacada en el campo del cine ha sido ‘Human Flow’, su más reciente película, que ha cosechado una gran cantidad de premios y elogios en la prestigiosa Bienale de Venecia, el año pasado. ‘Human Flow’ describe de forma profunda y extensa la situación de los refugiados, desplazados, exiliados y proscritos a lo largo y ancho del planeta, desde las regiones del tercer mundo cruzando las fronteras en un éxodo trágico hacia el mundo desarrollado, escapando de la guerra, la violencia, la pobreza y un nuevo monstruo: el cambio climático.
Ai Weiwei se hace presente en el escenario, se planta en medio del colectivo humano lleno de desgracias y convive con ellos directamente, sin intermediarios, al mismo tiempo que retrata en todos los niveles este acontecimiento que luce casi biológico, con estas masas inmensas recubiertas por la pobreza que recorren kilómetros sin fin, con niños y ancianos, enfermos y pobres, sin alternativas. El artista chino logra ir al fondo, a la individualidad, absolutamente transparente, y también expone la institucionalidad que lucha contra estos males, con datos aterradores que han crecido en la magnitud de esta explosión migratoria aguda, que avanza por los caminos entre Asia y Europa, por el mar entre África y Europa, por la infinita frontera entre México y Estados Unidos. La humanidad resulta vinculante, con casos específicos que resultan conmovedores y que son puestos para nosotros con una honestidad especial por Ai Weiwei. Es una situación, sin embargo, que ofrece poco tiempo para la lamentación porque la urgencia es angustiante, ineludible. Todo está puesto al límite.
Ai Weiwei transita constantemente de la generalidad a la particularidad, de ida y vuelta, con impresionantes planos panorámicos que muestran la magnitud de la situación, con pueblos enteros que se mueven desde sus lugares de origen y tapizan los caminos más verdes de Europa. Pero en cada elemento de ese grupo descomunal vive una historia, entre hermanos, padres e hijos, abuelos y nietos, todos cargando con su vida escasa y dolorosa en los hombros. Weiwei logra integrar de forma muy eficaz los elementos objetivos y subjetivos de este drama, conjugando un retrato especialmente completo de la situación. Podemos comprender que esto se está dando en este momento y la situación va desde lo gubernamental hasta lo individual, cruzando dramáticamente la dignidad misma de cada pueblo, de cada ser humano que está empujado a esta situación crítica. La distancia que toma el director chino es casi cósmica, para luego acercarse a las entrañas mismas de la devastación humana, hasta los traumas y las heridas abiertas.
Por supuesto, las emociones son diversas para el espectador y por supuesto pensamos en el mundo contemporáneo. Las migraciones son cada vez más grandes y más frecuentes. Las acciones de Estados Unidos y Europa en Asia, África y Latinoamérica parecen haber creado una auténtica marea humana, como bien titula Ai Weiwei su documental. Es como si una gigantesca factura le pasara cuenta a las potencias de Occidente y parece incontrolable. La brecha social y económica está reventando y la situación es insostenible. El cine parece un medio idóneo para crear este retrato estremecedor, con todo su don de ubicuidad, con su capacidad para mirar desde cualquier lugar posible y entrar de forma especial en los espacios y ponernos frente a una víctima desposeída que se para frente a nosotros y hace imposible que veamos hacia otra parte. El conflicto humano crece y tocará a la puerta de todos.