viernes, 26 de enero de 2018

La nebulosidad de ‘Darkest Hour’ y la nueva convencionalidad de Joe Wright


























Empieza la temporada de las películas nominadas a los premios Oscar en las carteleras cinematográficas latinoamericanas, en la mayoría de la región. Una de las más destacadas es ‘Darkest Hour’, con seis nominaciones incluyendo mejor película y mejor actor principal para el muy memorable Gary Oldman, quien interpreta al legendario premier inglés Winston Churchill. El director es el británico Joe Wright, especializado en adaptaciones históricas del drama inglés y europeo en general, como ‘Pride & Prejudice’ (2005), ‘Atonement’ (2007) y ‘Ana Karenina’ (2012). ‘Darkest Hours’ cuenta la historia de los primeros días de Churchill en su cargo Primer Ministro, asumiendo directamente y sin preámbulos el avance implacable de la Alemania nazi por Europa, expandiéndose determinadamente hasta las costas inglesas con el fin de conquistar la isla británica. Churchill surgió como una figura experimentada que podía conciliar las posturas de diversos sectores políticos contrapuestos y con el liderazgo y la experiencia suficiente para hacerse cargo de liderar políticamente a Gran Bretaña ante esta eventualidad histórica y francamente urgente. Joe Wright intenta crear un retrato de esta figura histórica del siglo pasado abarcando diversas perspectivas de su vida, incluyendo su privacidad más reducida, en sus habitaciones o hasta en sus baños y también su exposición decidida en la Cámara de los Lores, pasando por la lucha política interna en los gabinetes de defensa y gobierno.

Las biopics son todo un subgénero efervescente en el contexto hollywoodense actual, repleto de adaptaciones, secuelas, precuelas, remakes, spin-offs y en general reiteraciones de ideas anteriores, usualmente comprobadas en lo que a su eficiencia se refiere. Este subgénero, por supuesto, no es nuevo, aunque esté en auge desde hace varios años. Lo que sí se podría considerar como una novedad son los criterios y lineamientos que ha ido adquiriendo en la época contemporánea. No son pocas las reconstrucciones históricas que se han llevado a cabo alrededor de personajes históricos, como por ejemplo la igualmente nominada a los premios Oscar y también contextualizada en la Segunda Guerra Mundial ‘The Imitation Game’, de Morten Tyldum, sobre la vida del prócer informático Alan Turing, protagonizada por el actor inglés Benedict Cumberbach. Tal vez la diferencia entre esta película de Joe Wright sobre Chuchill y aquella de Tyldum está en la integración social de los personajes que representan, aunque ‘Darkest Hour’ tiene tendencia a un énfasis efectista en la condición de anciano de Churchill. Ese es solo uno de los criterios de estas biopics, que rayan con el melodrama facilista y hacen uso de una construcción cinematográfica con herencias del videoclip, que si bien son legítimas y consecuentes, no representan especialmente una innovación. Es como si la innovación se hubiera estandarizado con este tipo de criterios. Lo riesgoso cuando se aplica a una figura como la de Churchill es la deformación de procesos históricos complejos a través de la simplificación, todo por la búsqueda de cierta satisfacción forzada del público masivo. La selección del excelente Gary Oldman también parece errónea y surge la duda de si se buscaba un esfuerzo intencional en la caracterización para propulsar nominaciones en la Academia. Además, la expresividad de este actor no parece concordar con las formas calmas que las referencias traen sobre Churchill y que cubrían sus decisiones de gran poder de autoridad. Además, complementado con situaciones gravemente inverosímiles.

Por supuesto, los criterios técnicos de esta película son extensos y llenos de suficiencia, desde todos los puntos de vista, destacando la fotografía, la edición y la dirección misma, eso sí con una música especialmente dedicada a empujar unas sensaciones básicas y sinceramente tradicionales. Todo en realidad configura una nueva convención, como si se hubiera formado un nuevo continente. Curiosamente, lo que en cierto momento fue una progresión vanguardista se ha convertido en la tradición que empieza a ser transgredida por otro cine de iguales o diferentes esferas de producción.

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