sábado, 20 de enero de 2018

La melancolía sanguínea de Guillermo del Toro y la cadencia pagana de ‘The Shape Of Water’

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Guillermo del Toro nuevamente está dando de qué hablar en los festivales de cine y demás premiaciones con su más reciente película, ‘The Shape Of Water’, con un elenco llamativo conformado por Sally Hawkins, Michael Shannon, Richard Jenkins, Octavia Spencer y Doug Jones, el actor que encarnó a su memorable fauno del Laberinto, de nuevo aquí para darle vida al personaje fantástico de esta historia. La película llegó a las salas de cine mexicanas con el precedente de haber ganado el León de Oro a la mejor película en Venecia y el Globo al mejor director para Del Toro. Por supuesto, es bien sabido que la fantasía, el terror y la ciencia ficción son los géneros en los que el director mexicano se ha consolidado como todo un referente generacional durante al menos los últimos veinte años Sin duda, ha sido todo un ejemplo como artista en el medio hollywoodense, siempre manteniéndose en su espacio creativo natural, sin necesidad de hacer películas diferentes para conquistar a la crítica. ‘The Shape of Water’ nos relata una historia en los albores de los años sesenta, en plena Guerra Fría, donde, Elisa Esposito, una joven mujer muda (Sally Hawkins), que se encarga de la limpieza en un centro de investigación científica de los Estados Unidos, se encuentra con una criatura anfibia que llenará con una perfección mística sus vacíos de afecto. Por supuesto, sus intereses y sentimientos van en contra y en concordancia con los de otras personas, lo cual deriva en un thriller de la fantasía, con visos de horror característicos de Del Toro.

‘The Shape Of Water’ empieza con un recorrido por las profundidades acuáticas, en lo que parece ser una antigua ciudad sumergida, hasta que nos encontramos con Elisa despertando de su sueño en el sofá de un apartamento. Esta primera escena marca el concepto completo de la película: estamos sumergidos en realidad en un fondo acuático, probablemente marino, en una ciudad del pasado, cubierta por la nostalgia y la melancolía de Guillermo del Toro, con luces que se cuelan poéticamente por la superficie, colores tristes y una cámara que flota siempre, perceptible o imperceptiblemente, llevándonos también a la deriva, con la obligación de someternos a la flotación. El tema de la película es evidentemente muy antiguo, siempre lo hemos tenido presente. Es la encarnación que tiene como padres al romance y al terror, la historia del monstruo y la doncella, la copulación de los outsiders. La literatura, y el cine por consecuencia, han tratado este asunto en célebres ocasiones. Drácula, La Bella y la Bestia y King Kong son solo unos ejemplos de diversos matices. ‘The Shape Of Water’ es la visión de Del Toro al respecto, siempre con su mirada melancólica y poética, con todos esos detalles de terror natural, vinculados especialmente con lo orgánico: las heridas de bala, la putrefacción, los animales depredados. La sangre flotando en este gran acuario cinematográfico pareciera el símbolo más elocuente de esta idea, con ese color escarlata penetrante y la cadencia de los líquidos mezclados. El grupo protagónico está liderado por mujeres y siempre con outsiders: Elisa, la discapacitada, Zelda (Octavia Spencer), la mujer afroamericana de aquel entonces; Giles (Richard Jenkins) el frustrado artista homosexual, el animal monstruoso torturado y el científico (Michael Stuhlbarg), práctica y tristemente un proscrito en la actualidad. Es refrescante pensar que Del Toro no piensa en este abanico de personajes por compromiso con la corrección política, sino porque realmente se considera uno de ellos, y esto puede decirse por la simple y contundente referencia de su filmografía. Hace poco hizo referencia en una entrevista a su mexicanidad, a su pertenencia a la otredad de Octavio Paz.


Por supuesto, para quienes son discriminados, una de las salidas más atractivas es lo pagano, con toda una figura para adorar, imponente, proveniente de otro mundo, mágica. ‘The Shape Of Water’ tal vez no sea un clásico, ni siquiera una novedad de fondo, pero sí será una película siempre acogedora para refugiarse, como suele serlo el cine de quien a todas luces es un legítimo autor.

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