jueves, 10 de agosto de 2023

La imaginación teatral de ‘Las aventuras del Barón Munchausen’ y la aventura fantástica de Terry Gilliam






















Para finales de los años ochenta, Terry Gilliam ya estaba posicionado como un cineasta de prestigio y no solamente como uno de los integrantes de Monty Python, lo cual por sí mismo ya era bastante para su propia trayectoria. Buena parte de ese prestigio lo consiguió con la consolidación de su llamada “trilogía de la imaginación”, que cerraría con un nuevo clásico, uno de esos que se ha ido revalorando con el tiempo, como lo es ‘Las aventuras del Barón Munchausen’ (1988), la más célebre de las adaptaciones de las aventuras de aquel personaje histórico real, que bien podría considerarse actualmente como el Quijote alemán. Para esta película, Gilliam consiguió hacerse de un elenco heterogéneo entre experimentados y nuevas estrellas para insertar en una de sus fantasías mejor tonificadas. Entre lo experimentados, se pueden encontrar a John Neville, Oliver Reed, Jonathan Price (protagonista de ‘Brazil’), Robin Williams, la notable actriz italiana Valentina Cortese y su amigo pythonesco Eric Idle, mientras que, en el caso de las nuevas estrellas, un cameo del mismísimo Sting, Uma Thurman y la entonces niña Sarah Polley, hoy en día una de las grandes mujeres cineastas en el panorama mundial del cine. ‘Las aventuras del Barón Munchausen’ cuenta la materialización fantástica de las aventuras del Barón Munchausen (John Neville), acompañado por la pequeña Sally (Sarah Polley) y su corte de outsiders con poderes sobrenaturales, leales en las gestas rebeldes y piratas cuando es el caso. 

Con un despliegue extraordinario de recursos imaginativos, Gilliam nos sumerge en un tono de auténtica saturación que cumple con la misión de llevarnos a otro espacio que tiene la capacidad de también ser metafísico. Desde los límites del escenario teatral y la burocracia castrante del siglo XVIII alemán, Gilliam traza todo un camino que se va a extender para acoger una aventura fantástica en la que todo un Quijote germánico va a volar en las balas de los cañones y va a emerger de las aguas sujetándose la coleta, mientras que se enamora sin subterfugios, mientras que en los escarceos de la supervivencia también vive los de una imaginación subversiva, que hace que sea posible arrastrar la cabeza de la luna hasta una corte llena de vicios o bien escalar hasta el infinito, hundirse en las profundidades de la tierra o del mar,  abrirse a las extensiones interminables de la tierra o recluirse en el espacio diminuto. Todo puede superarse como si fuera cualquier habitación de la casa propia, con las piernas veloces de Berthold (Eric Idle), la puntería infalible del tirador Adolphus (Charles McKeown), el oído capaz de escuchar lo inaudible y los pulmones generadores de huracanes de Gustavus (Jack Purvis), la fuerza descomunal de Albrecht (Winston Dennis) y la lealtad inagotable de Bucéfalo, el fiel corcel del Barón. Como en ‘El Mago de Oz’, también todos estos personajes son proyecciones fantásticas romantizadas de los miembros humildes y fieles del grupo teatral, que se convierten en excepcionales, en auténticos semidioses dentro de la cabeza desbordante de imaginación de Munchausen. Como un viraje destacadísimo, la resolución de la aventura desbordante de Gilliam, con todos sus escenarios fundamentalmente disparatados en la alucinación misma, toda una tragedia histórica, el magnicidio, lleva los acontecimientos hacia el final más convincentemente heroico que puede existir, el de los sueños que son devorados por la violencia, como si se tratara efectivamente de la extinción de la imaginación misma, de una imaginación feliz, tal cual como ha sucedido en la historia durante incontables meses, en todos los países, en donde se ha cortado de tajo el sueño de tantos echando mano del burdo y vulgar asesinato, para servirle todo un banquete a la muerte. 

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