jueves, 5 de mayo de 2022

La venganza cancina de ‘Río Lobo’ y el último aliento de Howard Hawks













Apenas lanzada la década de los setenta, cuando toda una generación observaba el futuro con el espíritu de repensarlo, Howard Hawks se asomaba con su último aliento cinematográfico para cerrar su trilogía western con ‘Río Lobo’ (1970), también el cierre de su histórica y fundamental cinematografía que había empezado en el cine silente y así conseguía hacerse presente en seis décadas diferentes, cruzando y casi definiendo los géneros cinematográficos. Hawks parecía elegir a John Wayne para representar su propio cansancio en el del vaquero mítico, el antepasado del outsider que se replicaba simultáneamente en el cine de aquellos jóvenes inagotables del Nuevo Hollywood. En ‘Río Lobo’, Hawks cuenta la historia de la revancha de honor que emprende el coronel yanqui Cord McNally (John Wayne) por el fallecimiento de su amigo más cercano en el asalto y robo de un tren de la Unión realizado por un grupo de guerrilleros confederados, encabezados por el capitán francomexicano Pierre Cordona (Jorge Rivero) y el sargento Tuscarora Phillips (Christopher Mitchum). McNally llega a un acuerdo con Cordona y Tuscarora para comprarles información y buscar a los traidores que coordinan los asaltos a los trenes, por asuntos estratégicos de la guerra y por vengar con sus propias manos a su amigo. Así queda instalada la coalición característica de los cowboys de Hawks, que irá alimentándose en la travesía por hombres y mujeres desarraigados.

‘Río Lobo’ está trascendida de un agotamiento que raya en lo espiritual. Hawks desarrolla vagamente las enérgicas composiciones de grupos humanos que siempre lo caracterizaron, mientras Wayne es rodeado de jóvenes con nuevos bríos sexuales y protagónicos en la confrontación, quienes lo rodean para acompañarlo, para impulsarlo, para acostarse junto a él y compartir calor. Las pistolas y las escopetas de Wayne se disparan para soportar las arremetidas, ya de forma automática como lo haría cualquier vaquero que debe responder al tiroteo y al duelo. Sin las energías frenéticas de sus películas de unas décadas atrás, Hawks no pierde sin embargo el sentido del humor, aunque ahora las risas se hayan cambiado por las sonrisas retorcidas llenas de melancolía e ironía que Wayne a esta altura es capaz de lanzar como nadie más. Las viejas coyunturas del viejo vaquero sirven a fin de cuentas para elaborar al rey del oeste que solo tiene ganas de descansar, de entregar la estrella del sheriff honorífico que siempre ha sido, como si el mismo Hawks tuviera el deseo de dejar de una vez por todas la cimentación del imperio hollywoodense y mirar el horizonte en la tranquilidad del mar, desde donde también puede contemplar la extensión y profundidad de su propia obra. Después de la precisa disección del cowboy en ‘Río Bravo’ y del reclutamiento eficiente de cowboy predicador en ‘El Dorado’, ‘Río Lobo’ apenas parece llevar a Hawks (y también a Wayne) de forma especialmente tranquila hasta un puerto de descanso. McNally apenas levanta del piso, cubierta de polvo, a Amelita (Sherry Lansing), con la cara rajada por el villano y convertida inmediatamente en proscrita social, quien acaba de convertirse en la heroína factual de cuya arma han salido los tiros que han acabado con el renegado mayor del western legendario, de ese género al que le vendrían solamente reinvenciones que lo alabarían constantemente. La herencia de los outsiders que gritaban en nombre de todos aquellos que no encajaban en el mundo le debe todo al vaquero comunitario y solidario de Hawks, que mientras decía que la unión hace la fuerza también promovía la alianza comunitaria de solitarios como única vía para dejar de serlo, en la reconsideración de las familias, en el tejido suficientemente resistente para soportar la vida y el mundo.


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