miércoles, 23 de marzo de 2022

La venganza paciente de ‘Sympathy for Lady Vengeance’ y el plan violento de Park Chan-Wook















Con toda la atención puesta sobre su obra, después del precedente sentado por ‘Sympathy for Mr. Vengeance’ y ‘Oldboy’, Park Chan-Wook se dispuso a cerrar su triada sobre la venganza poniendo al frente a un personaje femenino, lo cual le da un nuevo matiz a la venganza como auténtico sentimiento, más allá de las simples acciones, a lo largo del tiempo y con la versatilidad para introducirse en las emociones de cualquiera. En ‘Sympathy for Lady Vengeance’, el cierre de la trilogía, podemos seguir de cerca las acciones sumamente premeditadas de Lee Geum-ja (Lee Yeong-ae), una hermosa mujer que se hizo célebre al ser acusada del secuestro y asesinato de un niño de seis años, quien se ha esmerado muy especialmente en acortar su sentencia inicial a solo trece años de prisión, tiempo durante el cual ha maquinado una venganza transversal, meticulosa y detallada para arrasar con la existencia misma de quien la ha puesto en ese escenario. Justo de regreso en las calles, Lee Geum-ja le dará inicio a un plan de violencia furiosa y casi letárgica.

En esta tercera película de la ‘Trilogía de la Venganza’, Park Chan-Wook rompe de forma estructural la línea temporal para construir progresivamente las razones de la venganza de esta mujer que poco a poco se va transfigurando primero en una victimaria letal y a punta de revelaciones en una víctima lacerada profundamente por el dolor. La transformación a partir de la memoria consigue que podamos ver más allá de la simple mirada de Geum-ja y poder transitar desde su vulnerabilidad hasta la incesante pasión de su violencia, hasta el punto de sacudirse profundamente en la acción misma del asesinato, con una violencia menos accidentada que la de los filmes predecesores, pero probablemente mucho más escalofriante precisamente por su premeditación, por el deleite culposo de la venganza, el asunto transversal en la trilogía. Esa revelación constante de las profundidades de Geum-ja es la misma revelación de la trama propia del thriller, que emerge portentosamente como una realidad horrorosa, doblando por completo el otro faz de las relaciones de poder, y entonces se comprende que es factible la realización de la víctima asesina, del asesino victimizado, una complejidad que habla a todas luces de la complejidad del ser humano. Ese mismo progreso, en el que los planos de Park Chan-Wook van recogiendo voluntarios a la causa de Geum-ja, también habla de una colectividad revisada a la luz de una justicia impulsada por el sacudimiento de la pena, de una ira compartida por la violencia gratuita e injustificada. Así es como Geum-ja no solamente cruza las propias profundidades de su propia convulsión, detrás de su rostro trascendido de belleza, pero convulsionado por la sangre hirviendo, con las venas a punto de explotar, en el delirio del crimen, del estrangulamiento, de las cuchilladas que derraman todo con sangre, con la violencia propia del atormentado, del herido para toda la vida. La alteración de la paz misma es tal que incluso los sueños parecen envenenados por el odio, por la necesidad de vengarse y poder aliviar una pena, como si se tratara del analgésico urgente. El ensañamiento se presenta como un vínculo directo con la memoria, con la vulneración de la dignidad. Todo es una extensa red que va desde los sentimientos hasta las sensaciones más crudas, hasta explorar algo recóndito pero sumamente opaco, tenebroso, que puede derivar en el deterioro progresivo de la consideración mínima. El escenario poco a poco se va nublando, va perdiendo los colores, como si todo fuera sin freno cayendo por un abismo gigantesco, sin final, que cada vez es más penumbra, más vacío y al mismo tiempo más extenso. 


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