jueves, 31 de marzo de 2022

El orden venenoso de ‘The Batman’ y el superthriller antimarvel de Matt Reeves

















La abrumadora escalada de los superhéroes en el mainstream más hipertrofiado del mundo ha generado todo tipo de reacciones que van desde la resistencia ideológica hasta el hastío de los patriarcas del Nuevo Hollywood, como Scorsese y Coppola. En el mismo caldo de cultivo de las colecciones interminables de superhumanos de Marvel, los históricos héroes y villanos de DC han logrado escindir una derivación virtuosa en el thriller, inspirada por la trilogía del murciélago que plantó Chistopher Nolan, poco antes de la explosión global de los superpoderes. El ya célebre ‘Joker’ (2019), de Todd Phillips, con la transversal actuación de Joaquin Phoenix, o ‘Escuadrón Suicida’(2021), de James Gunn, la entrega coral de esta ramificación de aires policiacos. Como nueva obra de esta filial, llega ‘The Batman’ (2022), de Matt Reeves, reconocido por sus aportes en los remakes de ‘El Planeta de los Simios’ y su notable ‘Cloverfield' (2008), la referencia más precisa para explicar su Batman. En ‘The Batman’, la doble identidad Batman – Bruce Wayne (Robert Pattinson), enfrenta al exterminio, uno a uno, de las figuras cruciales de la política y la ley en Ciudad Gótica, a cargo de ‘El Acertijo’ (Paul Dano), quien lanza al murciélago como si fuera hámster, en un laberinto en el que al final se encontrará con una revelación descomunal. En el camino se encuentra con Selina Kyle (Zoë Kravitz), la ineludible Gatúbela, quien va en busca de su propia venganza. 

Por la vía del mónologo, Reeves nos lanza a las profundidades de una ciudad encendida en las tinieblas, en la modernidad de la percepción ya fusionada entre la virtualidad y la presencialidad, en la naturaleza propia de un mundo ya natural en su artificialidad. Pero en ‘The Batman’, no solamente se entrelaza la perspectiva propia de un mundo que comparte trascendencia entre las pantallas y los ojos, también se combina la percepción misma de un a aturdimiento violento, propio del mareo, de la disolvencia de la conciencia, en la ebriedad o en los sentidos nublados del grogui. En esa representación, Reeves aprovecha la colección de faros en la oscuridad de su propio escenario citadino, incluso para describir aterradoramente las acciones devastadoras de ‘El Acertijo’, un villano contumaz que a punta de un cuestionamiento moral eficiente va haciendo que su sombra se haga cada vez más grande, haciendo cada vez más negra la oscuridad lluviosa y encendida de este escenario, repleta de barro y sangre. La causticidad cerebral de ‘El Acertijo’ revela las fisuras morales de la familia Wayne y entonces pretende embarrar a Batman del propio excremento que condena y persigue. La idea es bajar al héroe de la torre de cristal para lavar las probables culpas de sus privilegios. Desde sus alturas, tiene a dos pecadores por redimir. A Caín y a Abel. A ‘Gatúbela’, heredera de las laceraciones de la dignidad a las que fue condenada su madre, el redentor Batman logra llevarla mínimamente por el camino institucional de la élite blanqueada, pero con el huérfano auténtico, ‘El Acertijo’, sus esfuerzos son inútiles, porque el muy desquiciado no acepta integrarse al orden y apela conscientemente por la venganza a gran escala. Y entonces “el cambio real” se representa como la amenaza de fondo, el miedo venenoso es la fórmula para que todos se alineen, con espacios discrecionales para la heroína, para el policía, hasta para la alcaldesa, a cambio de mantenerse en el orden de una élite que necesita mantener el control para que el mundo no sea arrasado por una inundación inminente, como podría serla la de la tragedia climática ya hecha realidad. ‘The Batman’ plantea un nuevo orden, levanta la mano para asumir el mando, virtuosamente en la tempestad asoladora de los blockbusters de superhéroes, pero también con la insuficiente promesa global de abrir espacios para lo diverso, mientras se mantenga en la uniformidad estructural de la sociedad y la cultura hegemónica. 

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