Después de pasar por los premios Óscar con ‘The Post’, Steven Spielberg está de regreso en las salas de cine con su faceta más célebre, la de gigante de los blockbuster. En esta ocasión, ha recogido toda la memoria de una generación para aprovechar las condiciones tecnológicas actuales y hacer realidad una aventura de ciencia ficción y fantasía titulada ‘Ready Player One’, adaptación de la novela homónima de Ernest Cline. Estamos en el 2045 y la distopía invade el mundo, con sobrepoblación, contaminación, reducción de lo social y las personas sumergidas en la virtualidad, específicamente en el Oasis, un mundo paralelo en quien cada quien es lo que quiere ser, sin límites, sin condiciones. Nuestro héroe es Wade Watts (Tye Sheridan), un nerd gigantón y huérfano que en la vida real sufre de bullying por parte de sus horrendos tíos y en el Oasis es todo un héroe. La gran ambición de este universo disfuncional consiste en encontrar en huevo de Pascua que ha dejado Hallyday (Mark Rylance), un genio nerd obsesionado con la cultura pop setentera y ochentera, quien ha amasado una inmensa fortuna y tras morir la ha dejado en herencia para quien encuentre el huevo en su mundo paralelo. El joven Wade debe enfrentarse al mundo corporativo que busca esa fortuna, con el respaldo de sus únicos amigos, los virtuales, Aech (Lena Waithe), Art3mis (Olivia Cooke) y los de origen oriental, frecuentes en el elenco del universo Spielberg.
Esta película solamente pudo haber sido hecha en esta coyuntura de la tecnología cinematográfica. Es el momento oportuno para hablar de la dualidad entre lo real y lo virtual y de paso volver a lanzar una apuesta sobre el futuro, con la escena aterradora de un presente ya distópico. La imaginación por supuesto se desborda en la virtualidad, especialmente vinculada con la memoria, con un compendio impresionante de referencias de la cultura pop de los últimos cuarenta años, especialmente enfocada en los ochenta, donde los blockbuster se desarrollaron, se unieron al post punk y al glam, a las herencias del disco y al auge de los videojuegos. La imagen empezó a tomarse el horizonte y Spielberg fue parte de ello, así que sabe muy bien cuáles son las pulsiones que se requieren. Para el espectador conectado con este mundo, se trata de una experiencia memoriosa por supuesto agradable, de una celebración, en medio de una historia tradicional del héroe que sale del pueblo raso y emprende la aventura mítica, la que formará un nuevo mundo a partir del amor. Como sucede cuando la ciencia ficción se encamina por los caminos originales, la reflexión sobre la sociedad es ineludible, y Spielberg no lo deja de lado, con cierta condescendencia frente a los asuntos que el mundo lamenta en la actualidad y que parecen ser el escenario del cual parte su especulación futurista.
El valor de ‘Ready Player One’ radica de forma especial en su característica particular de ser un compendio de la cultura audiovisual, de las imágenes y sonidos que hemos tenido presentes durante toda la vida, especialmente de este lado del mundo. En cierto punto, las referencias son tantas que la trama pasa a un segundo plano, deja de interesar y a veces se pueden escuchar las risas en el público, probablemente en un momento en el cual no era eso lo esperado. Lo importante radica en que somos parte de este universo, en que es el mundo que nos tocó, la cultura popular que heredamos de forma histórica. Es como si Spielberg hubiera hecho un capítulo de viejos capítulos en la serie de su carrera, con apariciones especiales de otras fuentes, contemporáneas a las suyas. La nostalgia es un sentimiento potente, especialmente acogedor, cálido. La imagen, los símbolos, los recuerdos ya no solamente se remiten a nuestra experiencia directa, a la realidad, sino que también abrevan de la virtualidad, de la televisión, de los videojuegos, del cine, de los cómics, de la radio, del internet. ‘Ready Player One’ conjuga toda esta memoria y la sintetiza en un esfuerzo notable, que hace alarde de nuestro presente tecnológico, pero que tendrá su futuro garantizado en las referencias, no en la obra cinematográfica en sí.
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