martes, 2 de noviembre de 2021

El desierto transversal de ‘Dune’ y la convulsión traumática de Denis Villeneuve



Es común que exista un acuerdo colectivo con respecto a la idea de que ‘Dune’, la novela del escritor estadounidense Frank Herbert, sea considerada como una de las obras de ciencia ficción más importantes en la historia de la narrativa literaria. La adaptación cinematográfica de ‘Dune’ se ha considerado siempre como toda una nueva aventura, como una tarea casi imposible, un territorio inabarcable, inalcanzable en muchos de sus rincones y aristas. El paradigma de la épica cinematográfica se cimentó de tal forma que el proyecto del chileno Alejandro Jodorowsky para hacer la película es prácticamente "la mejor película jamás hecha de la historia". Una obra monumental en la que el director de ‘El Topo’ congregaba a Moebius, H.R. Giger, Salvador Dalí, Orson Welles, Pink Floyd y hasta Mick Jagger. Aunque el presupuesto estimado espantó a todos los estudios, los diseños de la preproducción terminaron por influenciar a otros clásicos de la ciencia ficción y la fantasía, como ‘Alien’ y hasta la mismísima ‘Guerra de las Galaxias’. A Jodorowsky terminaría por aliviarle el fracaso de David Lynch con su ‘Dune’ (1984), que a pesar de irse revalidando como una película de culto, es considerada por el mismo director de ‘El hombre elefante’ como la única película de su filmografía de la cual no se siente satisfecho. El canadiense Denis Villeneuve, surgido de extraordinarios e intensos thrillers e inmerso en la ciencia ficción de gran escala con ‘Arrival’ (2016) y ‘Blade Runner 2049' (2017), ha vuelto a poner la obra magna de Herbert en boca de todos los cinéfilos del mundo con su adaptación de ‘Dune’ (2021), la cual ya podemos disfrutar en los cines, tras atravesar el peor tramo del infierno pandémico. ‘Dune’ cuenta la historia del mesías Paul Atreides (Timothée Chalamet), hijo del duque Leto (Oscar Isaac), quien gobierna la casa Atreides, que rige el planeta Caladan, y es elegido para reemplazar a los Harkonnen en el dominio de Arrakis, el planeta agreste y salvaje, repleto de dunas desérticas y gusanos gigantes que alberga la especia que extiende la vida del ser humano y es la materia que permite los viajes interestelares. La concubina de Leto y madre de Paul es Lady Jessica (Rebecca Ferguson), princesa de la hermandad mística de grandes poderes mentales Bene Gesserit, quien entrena a Paul en las disciplinas de la hermandad, mientras que Duncan Idaho (Jason Momoa), Gurney Halleck (Josh Brolin) y Thufir Hawat (Stephen McKinley Henderson), lo entrenan en las artes de la guerra. Paul tiene visiones sobre el futuro en las que funda una nueva estirpe religiosa con Chani (Zendaya), una joven mujer de la tribu desértica de los Fremen. La lucha por el poder político y económico alrededor de la especia, ponen a Paul Atreides en el camino del héroe. 

El desierto como concepto extenso atraviesa toda la visión de Villeneuve sobre ‘Dune’. Las extensiones desérticas no se limitan a los exteriores de las furiosas dunas cabalgadas por los héroes que eluden a los gusanos descomunales, sino que también se perciben en las habitaciones, en los salones, en los habitáculos en los que los personajes se enfrentan a sí mismos, a su propia condición de líderes, de responsables ante la inminencia de la confrontación. En ese esfuerzo, se destaca primordialmente el diseño de producción de Patrice Vermette, quien ya había construido para Villeneuve escenarios de auténtica melancolía post-apocalíptica como trasfondo de la agitación, especialmente en ‘Arrival’ (2016). También existe un velo que parece la nebulosidad misma que dejan las tormentas de arena, como si observáramos las siluetas que se baten en el espacio interminable, con la luz constantemente difusa, llena de señales en medio del polvo, gracias al trabajo del cinefotógrafo Greig Fraser, experimentado en neo-westerns y travesía por tierra como ‘Lion’ (2016) y ‘Rogue One’ (2016). En ese desierta permanente e inmanente, Villeneuve procura extender la conmoción constante de sus personajes, la lucha incesante por superar las debilidades propias de la condición humana para permitir que el instinto espiritual de los superdotados proteja el destino de los demás. Chalamet es hábil para transmitir las convulsiones traumáticas que el futuro trae a Paul Atreides, el héroe elegido desde los mismos mitos para construir un nuevo mundo. Como los héroes de ‘Arrival’ y ‘Blade Runner 2049’ (2017), el héroe de ‘Dune’ es también una víctima de su propia consciencia sobrenatural, de las visiones aterradoras de otro tiempo que define al mundo, en la soledad verdaderamente desértica de su poder mental. Existe un espacio arrasado sobre el cual se han cimentado nuevas civilizaciones en las cuales el poder se ha extendido de forma brutal pero también sorda, silenciosa, en el embotamiento del trance, más allá de las derivaciones sobre lo benigno, encarnado en los Atreides, o lo maligno, que flota como una peste por el espacio, como una nube negra ineludible, en la carne podrida pero conservada del Barón Harkonnen (caracterizado portentosamente por  Stellan Skarsgård). Todos flotan a la deriva en la supervivencia propia de quien transita el desierto, mientras poco a poco crece una resistencia que se centra en quienes tienen los pies en la arena, en quienes deben empezar a tejer un nuevo poder que se erija para salvar al mundo, para enfrentar el designio fatal de los Harkonnen. La ‘Dune’ de Villeneuve rehúye consistentemente de la complejidad de la sociedad de castas extraordinaria de la obra de Hebert y extrae de ella las esencias, la especia sustancial que resulta ilustrativa de la humanidad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario