sábado, 20 de junio de 2020

La autenticidad difusa de ‘Monos’ y el instinto observador de Alejandro Landes


El cine colombiano pareciera haber superado una serie de obstáculos históricos que siempre representaron una perspectiva incompleta sobre la cultura propia del país. El aumento en la producción y el desarrollo tecnológico han permitido que ese aumento en la cantidad repercuta en que puedan darse más intentos en la búsqueda de esa identidad que impulse por fin de forma extensa esa voz siempre desarticulada y variopinta del cine colombiano. Probablemente, la película más importante  y destacada de los últimos años es ‘Monos’(2019) , del colombo-ecuatoriano Alejandro Landes, quien ya había llamado poderosamente la atención con ‘Porfirio’ (2011), su primera ficción. ‘Monos’ (2019) nos adentra en las profundidades naturales e instintivas de una célula armada ilegal, conformada por ocho adolescentes, en las profundidades naturales deslumbrantes de los páramos y selvas colombianas. El grupo tiene la tarea de cuidar a la Dra. Sara Watson (Julianne Nicholson), una ciudadana estadounidense  que mantienen secuestrada. ‘El mensajero’ (Wilson Salazar) es el encargado de vigilar al grupo con visitas espontáneas.

 

Landes, como lo había demostrado en ‘Porfirio’, su película anterior, exhibe un gran instinto para una observación aguda, capaz de captar la poesía de unos escenarios verídicos que sin duda respaldan sus intenciones estéticas. El holandés Jasper Wolf  en la fotografía es un buen aliado en esas intenciones. Landes saca a la pista a un grupo de actores naturales liderados por Moisés Arias (en el papel de Patagrande), para que representen la vertiginosidad instintiva de la adolescencia, embriagada por el entorno imponente y envenenada en el contexto de la guerra. Esta correlación recuerda inevitablemente la adaptación de ‘El señor de las moscas’ (1990), dirigida por Harry Hook, en donde se captura con crudeza esa instauración de la violenta autoridad infantil y adolescente, justo como sucede en ‘Monos’. La película pretende traer al escenario del conflicto colombiano al menos la sensación ritual trascendente de ‘Apocalypse Now’ (1979), el clásico arrasador de Francis Ford Coppola y traza una línea dramática que procura representar el viaje Vietnam adentro del clásico setentero. Probablemente es más cercana la experiencia incisiva y traumática de aquel ‘Ven y mira’ (1985), de Elem Klimov, que gira también en torno de la tragedia bélica infantil y adolescente. Pero precisamente las aproximaciones que rayan en la imitación son las que desconectan a la película de emociones que perduren más allá de su correspondiente visionado. No solamente en el cine, sino en todo el arte, es escasa la construcción de una identidad colombiana alrededor del conflicto armado. Se pueden mencionar muy destacadamente las conmovedoras y esas sí emocionantes e inagotables fotografías de Jesús Abad Colorado. Esa escasa excavación en pos de encontrar con claridad la autenticidad cultural de la guerra en Colombia, le pasa factura a ‘Monos’, que tiene la gran virtud de mantenerse en esa histórica y acertadísima decisión de instalarse en los escenarios naturales transversales e insuperables del territorio colombiano, como muchas películas de los últimos diez años del cine colombiano, pero con un afán inocultable por representar un estilo y unas dinámicas que, al menos, resultan incomprobables. Además de la fotografía de Wolf y de la mirada innata y privilegiada de Landes, el sonido de la cubana Lena Esquenazi también está lleno de prodigios técnicos y expresivos que construyen sin duda una experiencia total. Sin embargo, en medio de todo ese esplendor considerablemente cinematográfico en sus formas, es difícil asirse de una voz que se perciba como sinceramente colombiana, como verdaderamente surgida de los estertores de una guerra fratricida que ha cruzado generaciones. Tal vez la película se aferre a la experiencia humana tan pura y esencial como sea posible, pero ese desarraigo a la colombianidad hace que flote por el río y se pierda en la distancia. Al trazar una línea en la filmografía de Landes, entre ‘Porfirio’ y ‘Monos’, bien se podría concluir que en la primera sabe de qué habla y en la segunda no sabemos si sabe.

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