sábado, 24 de noviembre de 2018

La disertación humana de Hirokazu Koreeda y la poesía antisistema de ‘Un asunto de familia’


Hirokazu Koreeda es el portador actual del estandarte legendario de la cinematografía japonesa. Tras una sustanciosa carrera que abarca ya cerca de treinta años, el oriundo de Tokio ha conseguido más reconocimiento que nunca en la más reciente década. Su más reciente película, ‘Un asunto de familia’ (2018), alcanzó la prestigiosa Palma de Oro en el Festival de Cannes. ‘Un asunto de familia’ nos cuenta la historia de una familia al borde de la extrema pobreza, que se dedica a actividades delincuenciales para subsistir, y encuentra a una muy pequeña niña, Yuri, a quien acogen en su muy humilde y cálido hogar. A partir de este punto podremos ver, a través del tamiz de esta pequeña célula humana, el planteamiento de cuestiones filosóficas, sociales, políticas y sistémicas en general de la sociedad japonesa en las grandes ciudades, pero también la humanidad misma en este contexto. Se configura una familia llena de remiendos que de forma armónica se enfrenta al mundo con base en el instinto puro.

Koreeda parte de aquel naturalismo entrañable, que inevitablemente trae a Yasujiro Ozu al recuerdo, y que ya se había hecho tangibles en películas recientes como ‘Nuestra pequeña hermana’ (2015) y ‘De tal padre, tal hijo’ (2013). Es como el escenario histórico de Ozu pero afectado por el deterioro de la miseria, sin que pierda por ello sus cualidades estéticas y su atmósfera acogedora. La recreación de este espacio de ensueño tiene mucho que ver con el escenario que nos plantea Koreeda, que nos enfrenta moral y éticamente enseñándonos la armonía colmada de amor en una familia que en la práctica objetiva y sistémica es delincuencial. Las relaciones absolutamente afectivas y solidarias entre los personajes resulta ser emocional a más no poder. Poco a poco se va revelando la poesía natural de este grupo humano que a fin de cuentas se revela como una manada, con códigos libres de condicionamientos éticos y morales, con lealtad y solidaridad, siempre en pos de la supervivencia.

La discusión filosófica y social que plantea Koreeda no es menor. Se trata de una familia que ha conseguido una forma de vida armónica, afectiva y funcional a expensas de lo correcto, de los parámetros sociales, empezando por la legalidad misma. Es una familia que ha resuelto para sí misma los problemas de la convivencia y que ha encontrado un modelo en miniatura del bienestar, por fuera esencialmente del materialismo, con acuerdos básicos y uniones sólidas. Esta discusión se hace aún más interesante cuando el sistema destruye a la manada y entonces se deshace la felicidad misma. La reflexión ineludible consiste en pensar en los orígenes mismos de las sociedades, en el génesis del sistema, específicamente en el criterio que llevó a definir un modelo a seguir. ¿Por qué ha de perseguirse una forma de existir diferente si ha conseguido los objetivos de bienestar que teóricamente buscaron los acuerdos que construyeron el mundo en que vivimos?

Al enfrentarse a los miembros de esta familia-manada con el sistema, Koreeda vuelve al estilo de otra vertiente de su cine, la que consiste en la lucha propia del individuo frente al marco legal, como lo expuso en otras de sus obras como ‘El tercer asesinato’ (2017) y ‘Tras la tormenta’ (2016). La confrontación que también trató en varias ocasiones Akira Kurosawa, especialmente en su clásico ‘Rashomon’ (1950). Podemos apreciar la individualidad catalogada de cada uno de los miembros de la familia, compungidos emocionalmente ante el naufragio de su aventura social. Pero Koreeda tiene aún más que decirnos, porque a fin de cuentas el sistema establecido tampoco tiene una respuesta, no plantea una alternativa satisfactoria. Koreeda nos brinda la oportunidad de ampliar la perspectiva más allá de los condicionamientos, de forma extensa, para que con esa expansión fuera de serie comprendamos nuestra propia individualidad, con tantas aristas como es posible. Koreeda nos plantea, con su identidad individual y con su pertenencia japonesa, una reflexión imperecedera.

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