sábado, 17 de noviembre de 2018

La emoción arrítmica de ‘First Man’ y el cine jazzero de Damien Chazelle



El joven Damien Chazelle (33 años) es una de las figuras más destacadas en el panorama del cine hollywoodense en el último lustro. Sus películas ‘Whiplash’ (2014) y ‘La La Land’ (2016) lo llevaron a los premios Óscar y a importantes reconocimientos en la crítica. Su más reciente película reconstruye a Neil Armstrong, el primer hombre en la luna, especialmente en el tránsito de la histórica expedición del Apolo 11. Para interpretar al legendario astronauta, Chazelle recurrió nuevamente a Ryan Gosling, quien ya había estelarizado ‘La La Land’, obteniendo una nominación al Óscar. Es la primera vez que el director de Rhode Island emprende una película biográfica o histórica específicamente, aunque sus dos anteriores están llenas de reminiscencias y evocaciones. Además, el viaje espacial no suele abordarse con miras al pasado, sino al futuro, en la ciencia ficción, en donde ha conseguido clásicos esplendorosos, no solo del género sino de la historia del cine, como la ‘2001’ de Kubrick o la ‘Solaris’ de Tarkovsky o inclusive la fundacional ‘Viaje a la luna’, de Méliès . Probablemente la más recordada remembranza aeroespacial sea ‘Apollo 13’, de Ron Howard, sobre la posterior y fallida expedición. Pero Chazelle aquí se propone un abordaje particular y novedoso de la experiencia.

Durante los años sesenta, la vida de Neil Armstrong estuvo tan convulsionada como la década misma en los Estados Unidos. A finales de los cincuenta, se había casado su esposa Janet (Claire Foy) y pronto tuvieron a su primer hijo. A su segunda hija, Karen, se le detectó un cáncer encefálico que acabó con su vida apenas a los dos años de edad. Este hecho en la vida de Armstrong resulta fundamental para que Chazelle construya un escenario convulsionado desde el interior hacia el exterior, desde el terrible trauma natural de perder a una hija pequeña hasta la convulsión formal misma del viaje espacial, pasando por la etapa del personaje como piloto de pruebas. Chazelle describe la forma en la cual esta tragedia marcó la personalidad misma de Armstrong frente a los retos que tendría por delante, otorgándole incluso liderazgo y una templanza particular en momentos críticos fuera y dentro de un vehículo espacial. Sin embargo, aunque esta personalidad sirvió para llevar a la humanidad a la luna, para Armstrong el dolor se mantuvo en una contención que Gosling representa con una contención que recuerda por momentos a Casey Affleck en ‘Manchester by the Sea’, de Kenneth Lonergan.

Chazelle busca ponernos como espectadores en la experiencia física y emocional misma del viaje espacial, meternos en la lata y enviarnos a la estratósfera, mientras simultáneamente comprendemos la pena inmensa y también interna que embarga a Armstrong, el personaje que nos dará la perspectiva. Nuevamente, como en sus anteriores filmes, Chazelle se apoya de forma especial en la música, rindiendo honores a sus propios antecedentes como artista en ese arte. Le asigna a la luna melodías específicas desde el concepto, lo cual surge un efecto particular de contraste para quien agudiza el oído. Por supuesto, el jazz es su gran influencia rítmica y aquí también se hace presente esa influencia en la edición de la película (Tom Cross). Permanentemente estamos expuestos al contraste de los inserts y close-ups, en dimensiones tan amplias como es posible: desde la mirada conmovida hasta la inconmensurabilidad del espacio exterior. Pero la experiencia, como es de suponerse desde la perspectiva realista, es accidentada, turbulenta, dolorosa, como un auténtico parto. Los astronautas se someten a un tremolo distorsionado que los sacude por completo y finalmente los expone a la calma de la inmensidad. Es un proceso que se repite en la vida de forma extensa y continua. Es como la agitación y al éxtasis en el sexo, es como el retorcimiento doloroso y la luz en el parto. Entonces Chazelle lo hace con jazz, pero esta vez un jazz de tiempos desiguales, inconstantes, como la experimentación de Coltrane, que también nos pone en la luna. Es probable que esta sea la forma de la transición en la experiencia humana. Puede ser un concepto profundo. Tal vez también así sea la muerte.

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