sábado, 1 de diciembre de 2018

El tratado western de los hermanos Coen y la potencia antológica de ‘The Ballad of Buster Scruggs’

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Ya se puede ver en Netflix ‘The Ballad of Buster Scruggs’, la más reciente película de los prolíficos hermanos Joel & Ethan Coen, quienes sin duda alguna han marcado la pauta del cine independiente estadounidense durante los últimos 30 años. Los Coen han tomado la estafeta de una larga tradición de cineastas que han sabido exponer de la mejor forma posible las profundidades de Estados Unidos. Una tradición en la que se inscriben cineastas de la talla de Howard Hawks, John Ford, Robert Altman e incluso Terrence Malick. Por supuesto, el western es uno de los géneros idóneos para explorar las raíces profundas de la cultura estadounidense. Los Coen siempre han bordeado este género y por supuesto lo desarrollaron a fondo en ‘True Grit’ (2010), protagonizado por Jeff Bridges y remake del clásico de Henry Hathaway que protagonizó el legendario John Wayne. En esta ocasión, los Coen abordan el western con una estructura antológica de seis cortometrajes diversos, llenos de su agudo humor, su profunda reflexión y dotados por su exquisita cinematografía.

La película nos planta en la posición del lector curioso que revisa el libro del Oeste, como si fuera la condensación de toda una época. El primer cuento es precisamente ‘The Ballad of Buster Scruggs’, la historia de Buster Scruggs (Tim Blake Nelson), un alegre cowboy con pinta de antihéroe, que canta alegremente con el eco de las montañas como coro, con sorprendente fama de auténtico terror. Poco a poco, las credenciales de Buster se hacen evidentes y contrastan luminosamente con su apariencia de cowboy arlequín. El asunto a fin de cuentas tiene que ver con la infalibilidad y con la comunión auténtica que surge a partir de la muerte. La tradición del country como compañero del vaquero en la extensión física de su propia soledad en diferentes planos existenciales. La película entonces da paso al segundo relato, titulado ‘Near Algodones’, en donde un joven forajido (James Franco) asalta un banco aislado que sin duda luce como una tarea sencilla. Se encuentra con un particular banquero que lo sorprende con una resistencia empírica pero eficiente. El personaje es hábilmente suspendido al filo de la muerte y su vida se entrega al devenir de fuerzas que se oponen en el escenario western, hasta que finalmente su único refugio es la belleza misma. Nuevamente el personaje es acogido en el momento de la fatalidad, en medio del salvajismo de su propio entorno, precisamente del Salvaje Oeste. El libro pasa la página y nos adentra en ‘Meal Ticket’, la siguiente historia. Un viejo empresario teatral (Liam Neeson) y su joven artista (Harry Melling), sin piernas ni brazos, se instalan en diferentes pueblos con una carreta convertible en un encantador escenario. El joven recita con profundidad textos clásicos de diversas procedencias, como Shakespeare, la Biblia e incluso Abraham Lincoln. El público es cada vez más escaso y los esfuerzos del viejo por sostener al joven discapacitado se hacen cada vez más evidentes. Surge entonces la posibilidad de cambiar el giro del negocio y la melancolía se toma la historia de la forma más poética posible. Sin duda alguna un reflejo de los tiempos que vivimos, en donde la rentabilidad desplaza a la poesía misma. La página da la vuelta y estamos en una nueva historia titulada ‘All Gold Canyon’. Un gambusino (Tom Waits), buscador de oro, altera con su canto la fauna en valle montañoso, cruzado por una cristalina corriente de agua. Empieza a hacer excavaciones para luego filtrar muestras de tierra en el agua, en busca del precioso metal. Durante varios días, en un diálogo con el gran filón que busca, el hombre construye su propia fortuna con un esfuerzo entusiasta que es amputado por el oportunismo, pero un impulso providencial y trascendente lo protege de la forma más descarnada, nuevamente en conexión con valores trascendentes. Nos adentramos entonces a ‘The Gal Who Got Rattled’, en donde nos embarcamos en una caravana que recorre los caminos de los campos extensos y simultáneamente nos sitúa en la evolución del amor, en la evolución de una épica romántica que se va definiendo entre Alice Longabaugh ((Zoe Kazan), una joven que está a la deriva y Billy Knap (Bill Heck), un vaquero noble en busca de compañía. Igual que los amantes trágicos, la fatalidad aparece y podemos entonces prever el dolor más intenso apenas con una maravillosa y terrible noticia. Finalmente estamos de nuevo en la clásica diligencia, en camino para la historia final, con el título de ‘The Mortal Remains’, en donde atestiguamos la conversación intensa entre cinco personajes: un inglés (Jonjo O’Neill), un irlandés (Brendan Gleeson), un francés (Saul Rubinek), una dama cristiana (Tyne Daly) y un trampero (Chelcie Ross). La discusión filosófica y de principios nos puede mostrar una perspectiva diversa de una época de los Estados Unidos que suele identificarse exclusivamente con el conservadurismo. Los personajes se enfrascan en una conversación intensa que termina exhibiendo sus auténticas identidades y finalmente pone a tres de ellos en la consciencia brutal del propio entorno en el que se encuentran.

Los Coen construyen así una de sus mejores películas en años. Tal vez en lustros. Se trata, en primer lugar, de un ejercicio narrativo impecable, lleno de matices y con una profundidad sorprendente para ser plasmada en cortometrajes. El concepto de la película es simplemente cautivador. Recurre a nuestra propia memoria, a nuestra particular atracción por los cuentos, por los libros ilustrados, por la lectura desprovista de otro interés que la misma curiosidad. Pero al adentrarnos del momento histórico de los Estados Unidos. Nos aproximamos a la figura del vaquero, en su soledad frente al amplio territorio, frente a la adversidad permanente del sitio sin ley. También podemos ver el origen mismo del imperio económico que se fue construyendo palmo a palmo, con esfuerzos que costaron sangre, desde la propia tierra, con momentos verdaderamente cruentos. Lo más importante es la referencia para el género cinematográfico del western. Estamos frente a la búsqueda del oro de que exploró Huston en ‘El tesoro de la Sierra Madre’, frente al viaje mítico de la diligencia de la que nos hablaba Ford en la película titulada justo de esa forma, de la caravana que extendió la civilización como nos lo describió Hawks en ‘Red River’, frente a la ley de fuerza ineludible que también Hawks nos había enseñado en ‘Río Bravo’. Pero sobre todo, volvemos a percibir la intensa melancolía de Ethan Edwards, encarnado eternamente por John Wayne en ‘The Searchers’. ‘The Ballad of Buster Scruggs’ se establece sin duda como un referente del género, como un compendio de la extensión del western, como un referente histórico y como una pieza especialmente creativa en la abundante y excelsa filmografía de esta pareja de hermanos cineastas que ha marcado una época en el cine contemporáneo.

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