viernes, 8 de junio de 2018

La conmoción genuina de ‘You were never really here’ y el detalle intenso de Lynne Ramsey

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La violencia suele circunscribirse en el imaginario colectivo a la acción física directa, a la sangre, los hematomas, el desgarramiento carnal mismo. Sin embargo, en la experiencia de vida misma suelen ser mucho más violentos los acontecimientos traumáticos, aquellos que dejan huella emocional en la mente. Este es el tema en la más reciente película de la directora escocesa Lynne Ramsey, quien con una carrera no especialmente extensa ha logrado llamar la atención como una figura muy particular y transgresora dentro del cine hecho por mujeres, con largometrajes como ‘Morvern Callar’ (2002), ‘We Need To Talk About Kevin’ (2011) y la más reciente ‘You Were Never Really Here’ (2017), que cosechó en Cannes 2017 los premios al Mejor Actor, para Joaquin Phoenix y el Mejor Guion, para la misma Ramsey, por su adaptación del libro de Jonathan Ames. ‘You Were Never Really Here’ nos cuenta la historia de Joe (Phoenix), veterano de guerra y ex agente del FBI plagado de traumas, quien trabaja en diversas acciones como agente libre e independiente, siempre en la frontera de la legalidad. Joe vive con su madre (Judith Roberts, la sensual vecina en ‘Eraserhead’), una mujer recia que vive en medio de su propia dejadez y su sentido del humor. Joe es contratado por el Senador Votto (Alex Manette) para rescatar del secuestro a su hija adolescente Nina (Ekaterina Samsonov). Siempre expuesto a los latigazos de sus traumas de familia y de oficio, Joe emprende la misión y descubre la podredumbre de un poder sumamente oscuro.

Para retratar a este personaje, encarnado de forma sublime por Joaquin Phoenix, en lo que debe ser su mejor papel, Lynne Ramsey apela a los planos de detalle, revelando poco a poco la humanidad física y espiritual de Joe, como si se tratara de un mapa que se va revelando, en la presencia de un hombre repleto de cicatrices, por dentro y por fuera, cruzando un camino de espinas. Frecuentemente estamos vinculados con la experiencia verdadera de este personaje y podemos identificarla porque así es precisamente nuestra vida, regresando continuamente en la memoria a esos instantes llenos de pena, visitando la imaginación más pesimista posible y cayendo en la pesadilla brutal. El diseño sonoro, a cargo de Paul Davies, está en esta misma sincronía y se corta, se mezcla, se interrumpe de la misma forma en la cual Joe transita entre diferentes niveles de sus estados mentales, siempre intensos. La edición de Joe Bini resulta especialmente orgánica, construyendo plenamente esta experiencia intensa, con transiciones siempre en función del estilo, con cortes directos que recuerdan el Kuleshov interno: la mirada del personaje, su proyección mental y su reacción, justo en el momento en el que avanza en medio del paisaje lleno de peligros y obstáculos especialmente llenos de riesgo. Todo esto con un aporte conmovedor desde la música emotiva y atmosférica de Johnny Greenwood.

Resulta ineludible referirse a ‘Taxi Driver’, de Scorsese. A ‘Bad Lietenaunt’, de Ferrara. Es un alivio presenciar en la sala de cine estas experiencias cinematográficas que cuentan con tales antecedentes que han marcado la historia del cine. Es un alivio volver a percibir la honestidad, el compromiso y la verdad en una época en la cual el distanciamiento es una característica esencial. En donde tenemos la gran fortuna de vivir una experiencia auténtica, genuina, llena de verdad, que ofrece una inmensa cantidad de lazos para vincular la experiencia propia. Igual que Joe, estamos sometidos a la existencia y tenemos que sobrevivir a los avatares. Lynne Ramsey plantea un regreso a las bases, al personaje, al retrato de una ciudad profunda, a la connivencia natural entre el exterior y el interior de cada quien. ‘You Were Never Really Here’ no es precisamente su anécdota narrativa, sino la sensación identificable del dolor, de la pena, de la memoria, del peso que infiere la vida misma. Paradójicamente, su intensidad sin ambages resulta refrescante en tiempos en donde el artificio cada vez es más grande.

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