‘Easy Rider’ es una de las películas más representativas de los años sesenta y además consiguió marcar una especie de transición hacia las exploraciones cinematográficas del cine independiente estadounidense en la década de los setenta. Surgida como un proyecto conjunto entre Dennis Hopper y Peter Fonda, la película logró convertirse con el tiempo en el reflejo de toda una generación que prácticamente redefinió la condición misma de ser joven. ‘Easy Rider’ cuenta la historia de Wyatt (Peter Fonda) y Billy (Dennis Hopper), dos motociclistas que emprenden el viaje por la carretera, a través de espacios desérticos de Estados Unidos, desde la mismísima frontera con México en California hasta Nueva Orleans. Están acompañados constantemente por la droga y son visitados por el sexo en una épica extraordinaria que les permite descubrirse a sí mismos y simultáneamente descubrir las profundidades de un país ultraconservador que los observa con intolerancia.
Fonda y Hopper se unieron en el guion, el primero tomó la producción y el segundo la dirección, por supuesto asumiendo ambos los roles protagónicos. Hopper decidió hacer el intento de trasladar la impresión misma de la experiencia que implica el viaje específico en moto y por carreteras, en medio de los horizontes desérticos propios de esos caminos y al mismo tiempo ir vinculando la experiencia misma del viaje alucinógeno, que se va acentuando a medida que las drogas se van haciendo más fuertes. Todo esto está acompañado por auténticos clásicos del rock y el folk como Bob Dylan, The Byrds, Jimi Hendrix, The Band, Steppenwolf y otros, lo cual sin duda aporta en gran medida al valor documental de la película, al interés que representa como retrato de su propia época, de su contexto, del momento histórico en específico. Desde ese punto de vista, ‘Easy Rider’ refleja sin duda alguna las luchas propias de una juventud libertaria que ya venía emprendiendo diversas reivindicaciones sociales contra unas tradiciones extremadamente conservadoras, especialmente en las zonas más rurales e intermedias de los Estados Unidos. Los diálogos creados por los mismos actores protagónicos reflejan especialmente el discurso contracultural que impulsó importantes avances en los derechos civiles del país, a pesar de que los movimientos específicos tuvieron fines diversos y no siempre estuvieron impulsados por la trascendencia que suponía.
El asunto fundamental de ‘Easy Rider’ radica en la libertad, en esa búsqueda histórica que en este caso parece imposible y en los hechos es incómoda para el país conservador que previamente se había construido por generaciones anteriores. La elección de una road movie resulta suficientemente acertada para representar ese esfuerzo por la liberación, en todos los ámbitos, en escenarios que perfectamente sirven de marco para las mismas experiencias internas de los personajes. Por supuesto, la legalidad es una barrera evidente, que se logra plasmar de forma especial en el memorable abogado ebrio George Hanson (un jovencísimo Jack Nicholson), quien parece ser el vínculo entre la aplastante realidad de una sociedad conservadora y estos dos exploradores que simplemente viajan tratando de liberarse plenamente de esa opresión reaccionaria. Los rostros contagiados por una dicha proveniente de diversos orígenes se repiten en medio de los paisajes extensos en planos inmensos de Hopper que cada vez se llenan más de parpadeos que a su vez nos llevan los estados de conciencia paralelos de los personajes mismos. Resulta ser a fin de cuentas la exposición de dos seres vivos, especialmente humanos, a un mundo natural, salvaje y agreste, que los rechaza como si fueran organismos extraños en ese sistema. Probablemente esta película sirva de referencia para retomar las ideas que nos llevaron a conseguir unos derechos que actualmente tienden a difuminarse en un escenario de intolerancia renovada y con bríos. ‘Easy Rider’ puede ser un viaje que haya que emprender de nuevo para retomar el hilo de nuestra propia historia.
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