sábado, 11 de julio de 2020

El encierro de ‘Homemade’ y la cuarentena de Ly, Sorrentino, Morrison, Larraín, Nyoni, Beristain, Schipper, Kawase, Mackenzie, Gyllenhaal, Labaki y Mouzanar, Campos, Ma, Stewart, Chadha, Lelio y Amirpour

Coming together in quarantine: How 'Homemade' united filmmakers ...


El confinamiento global por efecto de las medidas contra el nuevo coronavirus genera nuevas perspectivas con respecto a la sociedad, desde lo más colectivo hasta lo más individual, pasando por círculos cada vez más cerrados, hasta aquel del encuentro consigo mismo, que tiene consecuencias emocionales o hasta espirituales. Pablo Larraín, junto a su hermano Juan de Dios y el también productor, el italiano Lorenzo Mieli, reunieron a un grupo diverso y heterogéneo de cineastas para lanzar a través del streaming una colección de cortometrajes de, desde, sobre, ante, por, a través de la cuarentena. Se pone a prueba la mirada de los cineastas ante un evento global como no había sucedido para quienes estamos con vida en el planeta. El ejercicio de los compendios cinematográficos no es nuevo. Se pueden citar todos esos ejercicios colectivos surgidos de la Nueva Ola Francesa en los años sesenta, en los que Godard fue participante frecuente, no solo en Francia sino en Europa, compartiendo créditos con otros grandes nombres como Chabrol, Demy, Vadim, Pasolini, Rossellini, Polanski, Rohmer, Bellochio, Bertolucci, Lelouch, Varda, Marker, Resnais y otros. Tal vez las colecciones más celebrados son ‘Bocaccio ‘70’ (1962), con mediometrajes de De Sica, Fellini, Monicelli y Visconti, y el correspondiente a la generación del llamado ‘Nuevo Hollywood’, titulado ‘New York Stories’, con créditos para Woody Allen, Francis Ford Coppola y Martin Scorsese.

 

La colección la abre Ladj Ly, el director de origen malíes, director de la intensa ‘Los Miserables’ (2019), quien toma a uno de los personajes de su largometraje para explorar desde su curiosidad los marcados contrastes de una ciudad de París que cada vez tiene que vérselas más consigo misma, en medio de los contrastes propios de la desigualdad. Ly parte de la intimidad de la habitación y sale por la ventana para viajar por una ciudad vacía en la que el confinamiento tiene consecuencias contrastantes a unas pocas cuadras de distancia.

 

El turno es para Paolo Sorrentino, el muy reconocido director italiano de ‘La Gran Belleza’ (2013), quien recrea en la evasión del juego infantil con juguetes un encuentro en el confinamiento de dos confinados usuales como lo son el Papa Francisco y la Reina Isabel. En una clara parodia de ‘Los dos Papas’ (2019), de Meirelles, Sorrentino especula con una imaginación deliciosa sobre las soledades descomunales de dos figuras tan simbólicas como decorativas, cruzando una amplia gama de emociones, que van desde la automática cortesía hasta una tensión sexual impulsada por la necesidad poderosa de liberarse en el contexto global, en el que por fin pareciera que todos viven lo que viven sus extraordinarios personajes.

 

Rachel Morrison, una de las fotógrafas del cine y la televisión más importantes del Hollywood actual, le dedica todo un poema visual a su hijo, con una transparente evocación a la dinámica armónica y natural de Terrence Malick, cruzando todo un vínculo transgeneracional que incluye también a su propia madre, como un transcurso del amor a través del tiempo. Por supuesto, esa honestidad amorosa llena no solo de emoción sino también de mucha razón, consigue conectar procesos reconocibles para todos en la simplicidad del paso del tiempo durante la cuarentena.

 

Por supuesto, Pablo Larraín, el rostro más conocido de esta idea de tres cabezas, aporta con un cortometraje que hace referencia a las para muchos inevitables conferencias virtuales, con esas ventanas que dividen fríamente las pantallas. Larraín, con el soporte de actuaciones maduras, se dirige gradualmente a una comedia sostenida, que habla sobre emociones que emergen a partir del encierro, tal vez como nunca se habían atrevido a emerger con tal cinismo, con descaro, para recibir respuestas que también son atrevidas, abiertas, a fin de cuentas libres de formalismos que potencia esa distancia que no deja de ser puntual en la comunicación.

 

En el mismo terreno de las nuevas comunicaciones sustentadas en los dispositivos tecnológicos, Rungano Nyoni, la directora zambiano-galesa que sorprendió al mundo con la sobrecogedora ‘I am not a witch’ (2017), nos sitúa en los nuevos círculos masculinos y femeninos, ahora en forma de grupos de Whatsapp, para describir con chats, imágenes y videos la ruptura de una pareja en plena cuarentena y en la misma casa, con todos los ecos que se pueden disfrutar en las conversaciones, con toda esa cierta excitación que brinda el secreto.

 

Natalia Beristain, una de las figuras más importantes del cine hecho por mujeres en México, le da el protagonismo a su propia hija, como si estuviera ella totalmente sola en una casa de barrio suficientemente grande, con base en la observación que ella misma ha hecho de la niña en las condiciones de aislamiento. La película consigue captar la atención siempre con la expectativa de cuál va a ser la nueva estación de la pequeña que avanza a la deriva buscando al menos la distracción. Lamentablemente, el cortometraje no termina por conectar igual que la niña apenas conecta con otros niños vecinos con quien comparte miradas.

 

El alemán Sebastián Schipper nos invita a una disgregación de sí mismo en la soledad de un pequeño departamento, a partir de sucesivos cortes de cabello que parecen ir dejando atrás pieles de sí mismo que se mantienen con vida, con esa pequeña y corta extrañeza que todos percibimos con cada cambio de look y que en el confinamiento parecen revelarnos facetas de nosotros mismos que no siempre son muy bien conocidas y que tal vez necesiten encontrarse armónicamente para poder soportar las condiciones propias del aislamiento.

 

Desde Japón, aparece el aporte de Naomi Kawase, toda una figura por sí misma del cine japonés contemporáneo y del cine hecho por mujeres, quien nos invita al encierro de un joven japonés hasta los más íntimos detalles, con el mayor acercamiento posible a la experiencia humana, incluyendo las pulsiones propias de la situación. Los cortes y los close-up se complementan con extraordinarias luces del día que se posan en medio de las paredes en sombras y con la final mirada a toda una enormidad que al final se considera como la multiplicidad de unidades confinadas.

 

El director inglés David Mackenzie, figura destacada del cine anglo independiente, muy divulgado por su excelente ‘Hell or High Water’ (2016), vuelve al entorno familia, a la observación de su propia familia, de sus hijos, en escenarios exclusivos o compartidos, con una amplia variedad de tópicos que parecen irrelevantes pero que juntos adquieren una especial mística que tiene que ver con vínculos profundos que son los que sostienen a una humanidad cada vez más necesitada de la colectividad.

 

La famosa actriz Maggie Gyllenhaal aprovecha este ejercicio para debutar en la dirección, y lo hace con ciencia ficción. En el futuro aterrador de una pandemia con millones de muertos y un virus mucho más letal, un hombre maduro que se aisla en una casa de campo, llena de naturaleza a su alrededor, se enfrenta a una comunicación milagrosa y no menos aterradora con una naturaleza que empieza a reaccionar de la forma más espontánea como si tomara las riendas de la supervivencia, por encima de cualquier esfuerzo que puede hacer este hombre solitario.

 

Nadine Labaki, la importante cineasta libanesa, muy reconocida por su ‘Cafarnaúm’ (2018), codirige junto a su esposo, el compositor Khaled Mouzanar, un hermoso cortometraje estelarizado, en toda la extensión de la palabra, por su pequeña hija, quien invade la oficina del padre para sumergirse en una poderosa lúdica infantil. Los roles aquí se intercambian, pues fue Mouzanar quien filmó a la pequeña en una sola toma mientras se apropiaba de todo el espacio, y Labaki fue quien aportó los evocadores y conmovedores efectos de sonido que le dieron espacio tangible a los juegos de la niña.

 

El director neoyorquino de origen latino Antonio Campos, nos invita a una familia de pareja femenina que se enfrenta al descubrimiento inocultable y aplastante que hace su hija de un hombre en la playa, con una presencia misteriosa, mágica e invasiva, como de ballena de Tarr o de ahogado de García Márquez. Es una película que explora en todo ese misterio horroroso que se sustenta en el poder dramático de los cortes de cámara y de edición.

 

El joven director chino Johnny Ma nos invita a una experiencia de confinamiento intercultural, en los campos de Jalisco en México, desde donde, con abismales tiempos y distancias, se dirige a su madre en China, mientras hace parte activa y fundamental de una nueva manada en la que convergen nuevos mecanismos familiares e incluso de cotidianidad, en la cocina, en las habitaciones, en medio de un entorno natural en el que se perciben realización y felicidad y concordia de forma emocionante.

 

La estelar hollywoodense Krysten Stewart también da un nuevo paso en la dirección, con ella misma como protagonista, siempre en primer plano, en donde los estados de percepción se entremezclan igual que pareciera que la ficción y la realidad ya no fueran tan claramente distinguibles en condiciones de confinamiento. Stewart apela a cortes muy frecuentes en los videoclips para referirse a su propia incapacidad para detener el mecanismo agotador y a veces esclavizador de su propio pensamiento incesante, como si tratara de ayudarse a sí misma para distinguirse en medio de una situación que no puede controlar.

 

La directora keniana de origen indio Gurinder Chadha nos abre por completo las puertas de su casa en Londres para conocer a su familia extensa, incluyendo no solo a sus hijos y su esposo, sino también a su madre y sus tías, incluyendo a los vivos y a los muertos, a los jóvenes y a los viejos, y el centro para ella es la conexión de todas esas realidades, de todos esos escenarios, de todas esas personalidades que son parte de ella misma, de su propia identidad cultural y humana, en todos los aspectos considerables.

 

Sebastián Lelio, el celebrado cineasta chileno, nos entrega un cortometraje en el que se acoge a las limitaciones de producción de estar asilado, pero es siempre especialmente fiel a su estilo y a sus temas, decidiéndose por el musical, retratando el tránsito físico y mental que hacemos por cada espacio de la casa, con paradas en cada rincón y en temas que pueden ser tan trascendentes como superficiales, tan complejos como simples, por supuesto aderezados con una considerable pérdida de vergüenza que nos puede hacer mucho más expresivos en condiciones de soledad.

 

La joven directora inglesa, Ana Lily Amirpour, abandona el encierro para que vayamos por la desocupada ciudad de Los Ángeles, resignada al silencio, lejos de su famosa luminosidad y esplendor, para entregarnos toda una reflexión larga y ancha sobre la perspectiva y su relación de la creatividad, tomando la voz siempre intencionada de Cate Blanchett, quien se hace escuchar como una voz tan cuerda como se necesita para tiempos especialmente emocionales.

 

‘Homemade’ quedará como el registro frecuentemente revisado de una globalidad atípica que puso a todos en la posición de verse a los ojos, de escucharse y de enfrentarse al descubrimiento impredecible de constantes satisfacciones e inquietantes preocupaciones.

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