Adam McKay siempre ha estado dentro de la institucionalidad pública y privada de los Estados Unidos. Su escuela fundamental fue Saturday Night Live, el histórico show de televisión estadounidense que derivó en toda una escuela de la comedia y especialmente la sátira en diversos medios, incluido el cine, para directores, actores, guionistas y más profesionales. McKay ya había llamado la atención de la Academia en 2015 con ‘The Big Short’ (2015) que le valió un Oscar a la mejor edición. En ‘The Big Short’, describía la relación perversa entre privados y gobierno que derivó en la gigantesca crisis económica de 2008 con origen en el sector inmobiliario. En esta ocasión, McKay vuelve a la denuncia contra los grandes poderes, con ‘Vice’, centrándose en la biografía del vicepresidente de George W. Bush, Dick Cheney, para construir el proceso de creación de enemigos, falsedades y mentiras que aparentemente justificaron la invasión de Irak y Afganistán tras el atentado a las Torres Gemelas.
‘Vice’, en el mismo sentido de su antecesora, ‘The Big Short’, se enfoca en la construcción de un discurso fundamentado en un guion firme y una edición flexible. En este caso, el personaje de Cheney sirve exclusivamente como el eje para conducir la película, con el soporte de un narrador directo, Kurt (Jesse Plemons), que rompe la cuarta pared y está posicionado en el escenario del espectador y de la clase media. La película transita en su propio tono cómico a través de diferentes estados mentales y emocionales de los personajes, que pasan por sus propios recuerdos, fantasías e incluso alucinaciones. De fondo está la parodia de la película de superhéroes, presentando a los personajes uno a uno, con esa música triunfal característica en el subgénero de moda. Ahí están los responsables de la construcción social de enemigo en el comienzo del siglo, en una generación más de esa tradición usualmente republicana: los Bush (Sam Rockwell como el errante George W.), Rumsfeld (Steve Carrell), Condoleezza, Colin Powell (visto con condescendencia) y por supuesto Cheney (Christian Bale) y su esposa Lynne (Amy Adams). Constantemente podemos apreciar, con la claridad característica de la farsa, la perversión exacerbada de estos personajes, con el criterio exclusivo del poder político y económico infinito. Surge siempre la terrorífica conciencia de que el mundo está en manos de auténticos dementes.
Probablemente, la película de McKay no tiene la contextura más sólida de ‘The Big Short’, pero sirve para crear el mapa criminal de las decisiones cupulares estadounidenses. Sobre todo el mundo. De cómo la más absoluta impunidad se pasea a sus anchas por el mundo, frente a la evidencia extendidamente conocida de la mentira. Lo más aterrador es que el comportamiento sigue siendo el mismo en la actualidad, con otro presidente republicano aún más extremista que los de aquel entonces. ‘Vice’ consigue con la sopa que nos prepara que comprendamos la vileza bajo la cual estamos todos. Lo hace de una forma en la que nos queda una certeza indefinible pero certera. Es como una nube churrigueresca que se posa sobre nuestra mente y que a pesar de su complejidad estética, con una edición punzante y muy libre, consigue transmitirnos esa sensación que deriva en la carcajada sardónica, en la ironía con rastros de melancolía, pero después en la devastación consciente de comprender cómo es el poder real en la máxima potencia del planeta.
Por supuesto, los lenguajes y formas televisivas y del videoclip, en los cuales McKay es avezado, sirven para hacer una película que funciona en su intención didáctica y que también divierte, especialmente a ese espectador que se ha desarrollado desde los años ochenta hasta nuestros días, que se alimenta de diversos medios audiovisuales, especialmente en la actualidad. Desde esa perspectiva, la película adquiere un valor particular como documento informativo, más allá de sus características como pieza cinematográfica. Son reconstrucciones muy útiles en la actualidad.
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