La película se sustenta en diferentes elementos que hacen que el visionado sea siempre acogedor, como para un buen rato. La recreación característica de aquella transición entre los cincuenta y sesenta, con una fotografía llena de esa nostalgia. La música negra, especialmente el soul, conforma todo un compendio sin duda disfrutable para quien conoce ese legado, con participaciones de Aretha Franklin, Chubby Checker, Sam Cooke y otras leyendas. Sobre este fondo lleno de color y calidez, destacan especialmente las actuaciones de Vigo Mortensen y Mahershala Ali, cuyas calidades están más que comprobadas. La interacción entre Tony y el Dr. Sherley se convertirá en el sustento ideal para esta road movie, soportada por supuesto en un guion tradicional que tiene las dosis estándar de humor y emotividad como para ser aceptado por una amplia variedad de público. Los obstáculos para que los personajes se acerquen sinceramente se derriban bastante pronto y todo se convierte en una armonía que no causa ningún conflicto el aceptarla, especialmente para quien solo quiere pasar poco más de dos horas en el cine. Por supuesto, una referencia importante resulta ser la bien conocida ‘Driving Miss Daisy’ (1989), de Bruce Beresford, también en el entorno sureño estadounidense y con éxito en los Oscar por aquel entonces, protagonizada por Jessica Tandy y Morgan Freeman, quienes también representan a dos personajes que se presentan como totalmente incompatibles, como en este caso.
‘Green Book’ no parece tener altas pretensiones cinematográficas en general, aunque seguramente sea la apuesta más elevada de su director hasta el momento. Fundamentalmente, consiste en el retrato de un encuentro entre dos personajes bien diferenciados, marcados claramente con características bien identificables que alimentarán la comedia, como el apetito voraz de Tim, el italoamericano y la corrección dignificada de Shirley, el afroamericano. Sin embargo, cuando se piensa en el auge del supremacismo blanco en Estados Unidos, en la violencia implícita que en la cruda realidad significaba la situación por sí misma, surge entonces el dilema de si tomarse tan relajadamente estos asuntos es lo más recomendable y no termina siendo incluso contraproducente para causas de este tipo. Puede argumentarse con toda validez que estas películas aproximan mucho más a una mayor cantidad de gente a ciertos valores que resultan imprescindibles para combatir el racismo, pero seguramente otros pensarán que es un asunto más serio. Mientras tanto, Peter Farrelly nos plantea un simple divertimento, que con certeza desembocará en una película propicia para las tardes domingueras. La experiencia es disfrutable, sin duda, pero no debe tomarse con un referente con respecto a la reivindicación de las minorías en el siempre complejo escenario social estadounidense.
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