El imperio de los superhéroes en el terreno de los blockbuster no se detiene y DC continúa en su carrera por recortar la ventaja que le ha tomado Marvel en los taquillazos generacionales. En el esfuerzo por completar las películas individuales de los héroes que conforman la Liga de la Justicia, el turno es para Aquaman, que se ha tomado las salas de cine del mundo en este cambio de año. La tarea se le encargó a James Wan, director malayo que ha sumado a su filmografía películas de buena recordación entre el público joven amante del terror, como ‘Saw’ (2004), ‘Insidious’ (2010) y ‘The Conjuring’ (2013). La historia de ‘Aquaman’ se refiere fundamentalmente al mito fundacional del cómic, desde el nacimiento del héroe, hijo de padre humano y madre atlantiana, hasta su ascensión como rey de la Atlántida. Por supuesto, el cómic tuvo que pasar por varias entregas para recorrer esa distancia que la película intenta resolver en 2 horas y 23 minutos de embutido. Por supuesto, las consecuencias son ineludibles.
La película utiliza recursos de transición en la edición de forma apresurada, tratando de hilar de forma sumamente artificial un relato que podría tener connotaciones interesantes que evidentemente se pierden. Aquaman es interpretado por Jason Momoa, quien ya había hecho su aparición en la escasa Liga de la Justicia y había surgido antes en ‘Game of Thrones’. Usualmente, se le encargan papeles en los cuales no se requiere más que dotar a sus personajes de sus características físicas, con un aditamento en su voz tontarrona y sus gestos infantiles. La verdad es que es casi tan artificial y superfluo como las cantidades industriales de efectos visuales que se le agregan a la película. En este caso, la complejidad narrativa del surgimiento del héroe, hace que la película siempre esté en una atmósfera caótica, que casi todos los cabos de la trama estén sueltos y que a fin de cuentas se le deje todo por completo a la espectacularidad efectista del CGI. Todo aquí es atropello, primero en la resolución mediana de un asunto con muchas aristas y luego en la entrega de un mar envenenado de impureza para un público que igual se lo bebe entero. Ni siquiera las actuaciones de Nicole Kidman y Willem Dafoe, actores sin duda alguna de calidad comprobada puede sostener la agitación insostenible que se mueve sobre sus cabezas.
Probablemente, las virtudes de ritmo y medida sean el mejor legado que el terror le haya dejado a James Wan, pero aquí es absolutamente imposible que haga uso de esas herramientas debido al atiborramiento de acontecimientos que se da en la película. El trabajo de Wan apenas puede mantenerse en pie para sostener una película que simplemente necesitaba de alguien con la capacidad técnica que dirigirla como se dirige el estacionamiento de un avión. La idea solamente consistía en posicionar ‘Aquaman’ pronto para perfilar rápidamente ‘La Liga de la Justicia’, en donde supuestamente entregarán su mayor apuesta cinematográfica. De forma más bien literal, se trata de conseguir un ingeniero que lleve a cabo la implosión de un edificio. Puede decirse que se trata de derrumbar la respetable y muy valiosa construcción de personajes que han recorrido generaciones en los cómics y que se crearon en un entorno absolutamente distinto, casi opuesto al actual, para un medio radicalmente diferente, con entregas periódicas que permitían comprender de mejor forma la vastedad de todo un universo. ‘Aquaman’ de James Wan es el tipo de película que, en su adaptación arbitraria, desgarra por completo la esencia original del asunto dramático, de la obra como tal. ¿Qué va a suceder con el legado de los cómics cuando su humanidad es reducida a cero y su trasfondo es prácticamente amputado para dejar a la vista solamente un personaje transformado en marca multimillonaria? Por lo pronto, se pierde progresivamente la textura mágica del superhéroe de cómic original. La asimilación de ese personaje en conflicto está cada vez más perdida en la vorágine destructiva de estos blockbuster.
La película utiliza recursos de transición en la edición de forma apresurada, tratando de hilar de forma sumamente artificial un relato que podría tener connotaciones interesantes que evidentemente se pierden. Aquaman es interpretado por Jason Momoa, quien ya había hecho su aparición en la escasa Liga de la Justicia y había surgido antes en ‘Game of Thrones’. Usualmente, se le encargan papeles en los cuales no se requiere más que dotar a sus personajes de sus características físicas, con un aditamento en su voz tontarrona y sus gestos infantiles. La verdad es que es casi tan artificial y superfluo como las cantidades industriales de efectos visuales que se le agregan a la película. En este caso, la complejidad narrativa del surgimiento del héroe, hace que la película siempre esté en una atmósfera caótica, que casi todos los cabos de la trama estén sueltos y que a fin de cuentas se le deje todo por completo a la espectacularidad efectista del CGI. Todo aquí es atropello, primero en la resolución mediana de un asunto con muchas aristas y luego en la entrega de un mar envenenado de impureza para un público que igual se lo bebe entero. Ni siquiera las actuaciones de Nicole Kidman y Willem Dafoe, actores sin duda alguna de calidad comprobada puede sostener la agitación insostenible que se mueve sobre sus cabezas.
Probablemente, las virtudes de ritmo y medida sean el mejor legado que el terror le haya dejado a James Wan, pero aquí es absolutamente imposible que haga uso de esas herramientas debido al atiborramiento de acontecimientos que se da en la película. El trabajo de Wan apenas puede mantenerse en pie para sostener una película que simplemente necesitaba de alguien con la capacidad técnica que dirigirla como se dirige el estacionamiento de un avión. La idea solamente consistía en posicionar ‘Aquaman’ pronto para perfilar rápidamente ‘La Liga de la Justicia’, en donde supuestamente entregarán su mayor apuesta cinematográfica. De forma más bien literal, se trata de conseguir un ingeniero que lleve a cabo la implosión de un edificio. Puede decirse que se trata de derrumbar la respetable y muy valiosa construcción de personajes que han recorrido generaciones en los cómics y que se crearon en un entorno absolutamente distinto, casi opuesto al actual, para un medio radicalmente diferente, con entregas periódicas que permitían comprender de mejor forma la vastedad de todo un universo. ‘Aquaman’ de James Wan es el tipo de película que, en su adaptación arbitraria, desgarra por completo la esencia original del asunto dramático, de la obra como tal. ¿Qué va a suceder con el legado de los cómics cuando su humanidad es reducida a cero y su trasfondo es prácticamente amputado para dejar a la vista solamente un personaje transformado en marca multimillonaria? Por lo pronto, se pierde progresivamente la textura mágica del superhéroe de cómic original. La asimilación de ese personaje en conflicto está cada vez más perdida en la vorágine destructiva de estos blockbuster.
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