viernes, 9 de febrero de 2018

La belleza grecorromana de ‘Call Me By Your Name’ y la raíz italiana de Luca Guadagnino
























Para muchos críticos, espectadores y cineastas, ‘Call Me by Your Name’, la más reciente película del director siciliano Luca Guadagnino (‘A Bigger Splash’, 2015), fue la mejor película que nos dejó el año 2017. La Academia ha respondido a esta acogida con cuatro nominaciones a los premios Oscar, incluyendo los de mejor película, mejor director y mejor guion adaptado para James Ivory quien hizo el trabajo sobre la novela homónima del escritor alejandrino André Aciman. ‘Call Me by Your Name’ nos cuenta la historia de Elio (Timothée Chalamet), un joven judío con una vida idílica junto a su padre, el señor Pearlman (Michael Stuhlbarg), profesor de arqueología, y Anella (Amira Casar), intelectual políglota, en medio de la belleza que le proporciona el arte, el conocimiento, el entorno acogedor de la provincia italiana e incluso la arquitectura de su propia casa. La familia recibe en casa a Oliver (Armie Hammer), un estudiante estadounidense que viene a pasar el verano con el profesor y a asistirlo con su documentación. La atracción entre Elio y Oliver es evidente y poco a poco se acercan de forma inminente hasta empezar una relación intensa que se vincula armónicamente con la atmósfera propia de este gran escenario.

La película de Guadagnino recaba en vastas influencias que se extienden hasta el pasado como una gran proyección, desde su propia singularidad hasta un origen especialmente profundo. El asunto aquí es la belleza, y no es otra más que la mismísima belleza grecorromana, construida alrededor de las artes, las humanidades, la sexualidad, la convivencia, la vida misma. Elio es concretamente un efebo, un joven cultivado, formado en medio del idilio y el placer propio del entorno, del conocimiento, de la sublimación espiritual a partir de esa gran belleza que implican las evoluciones de los pensamientos y los sentimientos. Por supuesto, no es gratuita la alternativa temática de la arqueología que plantea la película. Para ensamblar cinematográficamente este escenario esencialmente grecorromano, Luca Guadagnino hace uso de la memoria fílmica italiana, especialmente en lo que se refiere a la obra de autor de grandes cineastas como Rossellini, Pasolini y Visconti. A la memoria viene la emblemática ‘Viaje a Italia’, de Rossellini y un amplio espectro de la obra de Pasolini, quien probablemente sea el director más experimentado en la integración temática y tonal de grandes clásicos del teatro y la narrativa en la historia del cine, siempre con una perspectiva italiana excepcional. No están distantes las composiciones humanas de Visconti, rodeadas también por la Italia natural.

Tras recoger las extensas y trascendentes influencias de ‘Call Me by Your Name’, eficientemente ensambladas por Guadagnino, la reflexión nos dirige hacia el aporte singular de este autor en esta película. Cabe entonces mencionar el gran trabajo en la adaptación de James Ivory, con una extensa experiencia como director y guionista, quien ha sabido establecer una trama consistente, con diálogos conmovedores y con unos personajes que podemos apreciar en la gran magnitud de su humanidad, especialmente en soledad, incluso cuando están juntos. La música transcurre especialmente expresiva desde compositores como Bach y Liszt hasta la etapa post-punk ochentera, siempre resignificando las imágenes, brindándoles una atmósfera particularmente idílica. Guadagnino sabe sacar máximo provecho de las locaciones y logra plasmar estas personalidades especialmente sensibles de forma coherente con su concepto. De cierta forma, la mirada del director italiano recuerda la de Lucrecia Martel específicamente en ‘La ciénaga’, donde logra construir todo un ecosistema orgánico que casi puede respirarse. ‘Call Me by Your Name’ no es una película especialmente original, pero sí es una película genuina, con identidad, que responde a culturas, a tradiciones, a herencias y sin duda alguna a una huella de europeidad propia, de italiano, de latino, de vibración intrínseca de un artista.

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