Tras la introducción contextual e histórica en el escenario de la Revolución Mexicana que representó ‘El prisionero 13’, Fernando de Fuentes emprendió de forma casi inmediata la segunda parte de su trilogía con ‘El compadre Mendoza’. Ahora, el extenso tríptico cinematográfico revolucionario viajaba a la provincia para describir los tejemanejes del poder entre las diversas facciones armadas de la confrontación. La película adapta un cuento de Mauricio Magdaleno, quien daba su primer paso en el mundo de cine, para convertirse poco después en uno de los guionistas emblemáticos del Cine de Oro. En la dirección, Fernando de Fuentes contó con la colaboración amplia de Juan Bustillo Oro, otra de las figuras en ciernes del cine mexicano, con quien además coescribió el guion. ‘El compadre Mendoza’ nos describe las actividades de Rosalío Mendoza (otra vez con Alfredo del Diestro), quien mantiene relaciones personales y de negocios con huertistas, zapatistas y carrancistas, de forma abierta y con éxito. Mendoza entabla una relación especialmente cercana con Felipe Nieto (Antonio R. Frausto), general del ejército zapatista, quien se convierte en el padrino del pequeño hijo que tiene con su joven esposa Lolita (Carmen Guerrero) y en un miembro más que cercano de la familia. Las tensiones, el misterio y la conspiración propias de la Revolución empuja a Rosalío a tomar decisiones que lo ponen frente a un dilema moral profundo.
Como en ‘El prisionero 13’, el guion de ‘El compadre Mendoza’ se sustenta en una trama bien elaborada, con grandes elipsis que se refieren de fondo a un proceso histórico determinante. La brillante actuación de Alfredo del Diestro rememora la de Emil Jannings en grandes clásicos del Expresionismo Alemán y el Kammerspielfilm. Construye a un hombre repleto tanto de generosidad como de cinismo. Fuentes (y Bustillo Oro) pone como eje a Mendoza para que a su alrededor gire la Revolución con todo su ímpetu y en el trasfondo se pueden ver cuadros elaborados característicos de la estética misma de la época, con el fondo de la tradición, en donde las fiestas, la música y las costumbres se expresan de forma natural como base para el desarrollo de la trama. En ese esfuerzo, resulta fundamental la fotografía del estadounidense Ross Fisher (prolífico durante la Época de Oro), quien ya había fotografiado ‘El prisionero 13’ y aquí aporta considerablemente a las sensaciones específicas de cada escena, ya sea la fiesta que homologa a todos los bandos en su mexicanidad, la tormenta que anuncia la tragedia y el claroscuro propio del misterio, de las miradas en las que se adivina todo un mundo subterráneo que esconde amores y odios intensos. Fuentes, con la colaboración de Bustillo Oro, hace un énfasis especial en el bien conocido historial de conspiraciones y traiciones que atravesó la Revolución Mexicana, y a partir de ese evento histórico crucial para México, se convierte en un legítimo documento sobre la naturaleza de la guerra misma para todo el mundo. ‘El compadre Mendoza’ es la ‘Madre Coraje’ del cine mexicano y también deja una lección fundamental de obra didáctica brechtiana, poniendo el dedo en el renglón de la ruptura ética, del encumbramiento de un poder corruptor, en el que se desvanecen los principios ideológicos originales de cualquier causa. Ese mensaje, traído a nuestros tiempos, nos advierte sobre la ascensión de nuevos pactos siniestros que pescan en el río revuelto de lo que vivimos. Con una perspectiva todavía reciente de aquellos hechos, Fernando de Fuentes consolida una reflexión asombrosamente crítica e integral sobre los hechos acaecidos las décadas anteriores y sobre la devastación ética de la confrontación. Con la referencia de ‘El prisionero 13’, ‘El compadre Mendoza’ complementa aquella perspectiva urbana con una mirada rural que expresa con claridad las lacerantes inequidades que le dieron pie a aquel proceso tan relevante para México.
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