sábado, 23 de mayo de 2020

El enredo cantinflesco de ‘Ahí está el detalle” y la comedia de clases de Juan Bustillo Oro

Foto de Ahí está el detalle - Foto 3 sobre 3 - SensaCine.com

En el marco de la definitiva y prolífica Época de Oro del cine mexicano, varios fueron los directores que se destacaron por impulsar la industria y el arte con una observación aguda de una cultura mexicana profunda y urbana en ciudades que crecían rápidamente, en la que se creaban escenarios particulares determinados por la distancia que se acrecentaba entre las diferentes clases sociales. Uno de estos observadores atentos fue Juan Bustillo Oro, uno de los más importantes directores y guionistas en ese periodo. En su obra se destacan grandes clásicos especialmente diversos como ‘El compadre Mendoza’ (1934), ‘El hombre sin rostro’ (1950), ‘Vino el remolino y nos alevantó’ (1950) y ‘Las aventuras de Pito Pérez’ (1957), protagonizada por Germán Valdéz ‘Tin Tan’. Pero probablemente la más importante película en la filmografía de Bustillo Oro fue ‘Ahí está el detalle’ (1940), una película que disparó la carrera de Cantinflas como una de las grandes figuras del sistema de estrellas de la Época de Oro. ‘Ahí está el detalle’, cuenta la historia de Cantinflas (con el mismo mote en la película), el novio de Paz (Dolores Camarillo), la criada de la casa, recibe la encomienda de matar al perro rabioso de la casa que empieza a ser amenazante con Cayetano (Joaquín Pardavé), el señor de la casa, quien por su parte cela de forma enfermiza a su esposa Dolores (Sofía Álvarez), quien es chantajeada por Bobby (Antonio Bravo), su expareja ahora criminal temido.

La comedia de enredos que plantea Bustillo Oro se centra fundamentalmente en los diálogos y los giros lingüísticos clásicos de la mexicanidad, terreno en el cual no hay nadie cercano a Cantinflas. Alrededor suyo se entrama todo un aparato dramático en el que giran los personajes alrededor de ese eje versátil de respuestas hilarantes que es Cantinflas. Por supuesto, la interlocución principal con Joaquín Pardavé permite construir de forma mucho más precisa el asunto de la diferencia de clases, el encuentro entre ricos y pobres, esta vez con el matiz irreverente de la comedia, con una mirada extensa a los vicios más arraigados de dos personajes característicos de una sociedad que cada vez se encontraba más frecuentemente, en las mismas casas y todos los días. También se puede disfrutar de una Sara García distanciada de su clásico rol matriarcal para interpretar el de la mujer que busca reivindicarse y posicionarse simultáneamente, con cinismo pero también con justicia. Cantinflas se presenta en el centro de un círculo de espectáculo que está en la misma ficción, y así el espectador adquiere una mirada superior en la que el público interno acompaña sus risas, como en un escenario circular y concéntrico. Por supuesto, como es indispensable en la comedia de enredos, el guion se caracteriza por una trama elucubrada y precisa, en la que es necesaria la simultaneidad y la sorpresa, en este caso con el énfasis en los diálogos, con espacio suficiente para la repentización de Cantinflas. En esta etapa, el icónico personaje de Mario Moreno se presentó como el representante extenso de un pueblo expresivo, inquieto, creativo, mordaz, siempre atento a la supervivencia. Esa distancia cada vez más consciente y visible entre la riqueza y la pobreza derivaba necesariamente en una integración que se fue haciendo cada vez más particular en las ciudades mexicanas, en relaciones de subordinación, pero también en una convivencia transparente. Los asuntos transversales de los intereses personales se expresan de fondo en las relaciones personales, y desde las calles hasta los tribunales, pasando por los salones de las mansiones y las cocinas de los criados, puede percibirse una esencia de viajero característica del mexicano, del arriero que resuelve cada día y avanza a la deriva en la búsqueda de un espacio, de una persona, de una vida.

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