sábado, 24 de agosto de 2019

El manifiesto artístico de Quentin Tarantino y la memoria utópica de ‘Once Upon a Time in… Hollywood’

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Sin duda alguna, uno de los cineastas más influyentes durante los últimos treinta años, incluso más allá del cine y extendiéndose a la cultura en general, ha sido Quentin Tarantino. El director de Knoxville, Tennessee, ha construido década a década una filmografía memorable que, además de influenciar a las siguientes generaciones de cineastas, se ha convertido en toda una referencia de la cultura popular. Películas como ‘Reservoir Dogs’ (1992), ‘Pulp Fiction’ (1994) y ‘Jackie Brown’ (1997), por mencionar solo unas cuantas, han quedado en la memoria del público y han conseguido su lugar en la historia del cine. Tarantino ha anunciado desde hace unos años que solamente hará diez largometrajes y ya podemos disfrutar del noveno de ellos, probablemente la película más esperada del año: ‘Once Upon a Time In… Hollywood’ (2019). Cuenta la historia de Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), estrella de shows televisivos de géneros explosivos como el bélico y el western, en crisis existencial al percibir la decadencia de su carrera, y Cliff Booth (Brad Pitt), doble de acción de Rick, envuelto en un aura de misterio, y compañero incondicional de Dalton. Esta dupla contrastante de amigos flota en la atmósfera embriagante del Hollywood de finales de los años sesenta, y Rick tiene como vecina a Sharon Tate (Margot Robbie), brutalmente asesinada por la secta del lunático Charles Manson (Damon Herriman) y aquí esbozada con un encanto hipnótico.

La inserción de personajes ficticios en el contexto histórico es una de las claves de la película. La estrella televisiva y serie B, junto a su cáustico doble de acción, representan la encarnación de aquellos personajes que inspiraron la identidad cinematográfica de Tarantino. En ellos se centra la evocación amorosa y melancólica de una época que atravesó los sentidos del director. Recuerdan las duplas de series definitivas de la época como ‘Batman’ (1966-1968) y ‘El avispón verde’ (1966-1967). Tarantino construye cuidadosamente, con un espíritu similar a 'Roma' (2018), de Alfonso Cuarón, su memoria emotiva de Los Angeles, en donde se forjó su pasión por el cine, la televisión, la música y las voces de la radio, que podemos escuchar siempre en los preciosos vehículos sesenteros. Tarantino nos permite entrar a los vestíbulos hechos realidad de sus héroes infantiles, en los espacios íntimos de sus personajes que preparan las bebidas para sentarse frente al resplandor magnético del televisor. Así pues, a su característica y prodigiosa  selección de canciones para la banda sonora, Tarantino suma escenas poéticas en su textura, tomadas de las imágenes y sonidos que lo hechizaron desde que era niño y que marcaron su carrera y toda su vida. Mientras podemos ver el temor existencial de Dalton, también disfrutamos de la sencillez pragmática de Booth y esas personalidades tan vinculadas y tan contrastantes le dan a la película todos los matices que requiere para que el encanto no se rompa nunca para nosotros en la contemplación de este escenario alucinante y repleto de melancolía nostálgica. La memoria rompe la realidad constantemente y se fusiona de forma exquisita con las imágenes del cine y la televisión, con inserciones de edición que hace que la experiencia sea vivaz, emocionante.

Tarantino no desaprovecha la metaficción y la referencia histórica para nuevamente, como en ‘Inglorious Basterds’ (2009) y ‘Django Unchained’ (2012), invitarnos a una placentera fantasía utópica y justiciera sobre el pasado, sin limitaciones morales y casi con desprecio por la corrección política. Estamos invitados a un sueño fascinante del que no seremos despertados. En el cual podremos quedarnos a vivir, a diferencia de la realidad llena de crueldad, injusticia y absolutamente plagada de desencanto. Esto resulta especialmente conmovedor al percibir la nostalgia de un artista que dejó una huella indeleble con su filmografía y ve cerca el final de su obra con una estremecedora melancolía.

4 comentarios:

  1. No creo que un actor de doblaje soporte al tío por el que se lleva las ostias más de una copa, cosas de Tarantejo, ha perdido mucho con la pela, como todo hijo de la judería jolivudiana,en fiñ, habrá que verla para el archivo memorístico, pero esperaré, ninguna prisa, no creo ser sorprendido ya.

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    1. Pues sí te equivocas. Lo soporta bien. No hace falta ser sorprendido para ser emocionado.

      Gracias por el comentario.

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  2. Y a ver si ponéis el reloj en buena hora, oiga.

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