El cine del Cono Sur en el continente americano ha sido siempre de interés y, en lo que va de este siglo, se ha destacado como probablemente no ha sucedido en otra región de Latinoamérica. Las cinematografías de Uruguay, Paraguay y Chile han obtenido logros significativos en los más importantes festivales del mundo, pero sobre todo, han ido alimentando todo un legado histórico. Por supuesto, Argentina, el país más grande de esa región, no ha sido ajena a ese impulso. Cineastas como Lisandro Alonso, Lucrecia Martel y Juan José Campanella han destacado especialmente con un cine potente que ha sabido expresar con profundidad la identidad de su país. Campanella, con una trayectoria que supera las tres décadas, marcó todo un acontecimiento para el cine suramericano con ‘El secreto de sus ojos’ (2009), con la cual ganó el segundo Óscar para la Argentina, después de ‘La historia oficial’ (1985), de Luis Puenzo. La nueva película de Juan José Campanella recorre las carteleras del mundo y se titula ‘El cuento de las comadrejas’ (2019). Se trata de un remake de la comedia negra argentina ‘Los muchachos de antes no usaban arsénico’ (1976), de José Martínez Suárez. Cuenta la historia de un grupo de profesionales del cine retirados en una mansión antigua propiedad de la diva Mara Ordaz (Graciela Borges), quien comparte con su esposo postrado en una silla de ruedas, el actor Pedro de Córdova (Luis Brandoni), el director devenido en cazador de comadrejas y otras plagas, Norberto Imbert (Oscar Martínez), y el guionista especialista en billar pool, Martín Saravia (interpretado por la voz de Les Luthiers, Marcos Mundstock). Las relaciones entre los personajes son ácidas y tensas, pero armoniosas. De pronto aparecen dos viajeros extraviados, Bárbara Otamendi (Clara Lago) y Nicolás Francella (Francisco Gourmand), quienes reconocen a la diva y muestran interés especial por la mansión. Las suspicacias y la guerra a muerte entonces se desatan.
Campanella abreva, como es tradición en su filmografía, de la extensa y riquísima tradición literaria de la argentina, especialmente de la bonaerense, en donde se destaca el humor repleto de sarcasmo, ironía y acidez, en relatos de narrativa convencional, con visos de intelectualidad, que siempre tienden a la poesía, a la filosofía y en general a la reflexión con respecto a la condición humana. Como es tradicional en Campanella, son evidentes las influencias del cine negro, no solamente en la fotografía crepuscular y los personajes que se debaten internamente, sino en este caso específicamente haciendo referencia a ‘Sunset Boulevard’ (1950), el colosal clásico de Billy Wilder, en donde la diva en decadencia también es el centro de la tormenta pasional que se desata con resultados funestos. La película cuenta con la particularidad del sarcasmo permanente en los diálogos, del subtexto oscuro y constante. La música está en función de las miradas de desconfianza y complicidad que se trazan entre los diferentes personajes, como en un auténtico juego de cartas. Es una guerra de inteligencias que se libra en el fondo, en el segundo plano, por detrás de la distracción que ofrece la evidencia. A pesar de la gravedad de los asuntos que se tratan en la película, el tratamiento propio de comedia negra lo relaja y por momentos le impide conectar más allá del simple divertimento. Las pasiones y dolores que se revelan no terminan por trascender y la comedia no debería ser un obstáculo en ese fin, como se ha probado en muchas ocasiones.
‘El cuento de las comadrejas’ nos permite disfrutar del sarcasmo sin mayores responsabilidades morales, como debe ser. A fin de cuentas, es un bálsamo refrescante en estos tiempos donde cada palabra se evalúa para no herir susceptibilidades. La armonía en medio de la crudeza también resulta reconfortante frente a tantos esfuerzos constantes por hacer que todo siempre gire en torno a los acuerdos forzosos y generalizados, sin admitir los beneficios de la diversidad.
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