Nemes aquí también, como en ‘El hijo de Saul’, nos invita a seguir al milímetro a un personaje que está en la búsqueda de su familia, de su pasado, de la verdad con respecto a su propia naturaleza, a su propia esencia. Para nosotros como espectadores, se trata de una absoluta experiencia de inmersión en un contexto específico, casi un viaje en el tiempo a aquella Budapest especificada desde el primer momento en la película. La cámara está casi siempre en las manos del camarógrafo, quien avanza junto a Írisz y nos muestra lo que ve y el impacto que le causa. De fondo vemos cruzar los carruajes, vemos los edificios, los lugares, la gente, estamos totalmente en el fondo de la situación. La fotografía de Mátyás Erdély pasa con una naturalidad pasmosa de la oscuridad más profunda a la más luminosa claridad, justo como si fuéramos alguien que estuviera ahí en ese mundo. El diseño de producción de László Rajk nos construye un entorno emocionalmente tangible, en el que podemos ver con precisión los detalles y también disfrutar del panorama extenso de la situación. Otro aporte fundamental en el ensamble es la música, a cargo de László Melis, llena de pasajes clásicos incidentales y también matices modernos para el impulso emocional del drama. Por supuesto, en este ejercicio lleno de planos largos y primeros planos específicos, el trabajo de edición de Matthieu Taponier resulta ser fundamental para que el concepto se perciba con ese objetivo de adentrarse a fondo en ese contexto impactante.
La película además, en el guion, coescrito por Nemes junto a Clara Royer y el mismo editor Matthieu Taponier (que no por casualidad tiene esas dos tareas) mantiene con mucha eficiencia el misterio, la misma incertidumbre que viviríamos precisamente si la experiencia fuera real, porque aquí nunca somos omniscientes como espectadores, siempre tenemos la información que recibe Írisz y ninguna otra más. Por lo tanto, caminamos en las tinieblas de ese desconocimiento, con la abrumadora perspectiva de una ciudad que se nos impone monstruosa por su novedad y agitación, tan fresca para nosotros como para ella en el drama. Los eventos nos atropellan emocionalmente e incluso nos despiertan sensaciones específicas. A Írisz y a nosotros. Lo que se desenvuelve alrededor es la confrontación entre la revolución y la dictadura, la opresión y la liberación, son las fuerzas que se debaten a muerte, y estamos en medio, comprendiendo finalmente que las diferencias entre esos bandos son mínimas aunque sustanciales.
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