Quentin Tarantino es probablemente el cineasta más célebre y generacional de aquella oleada de cineastas independientes en Estados Unidos que tuvieron que batirse con el Hollywood monstruoso y aplastante de los blockbuster. Tras la artesanal ‘My best friend’s birthday’ (1987), Tarantino se presentó al mundo con ‘Reservoir Dogs’ (1992), impulsada desde el guion por el ya celebrado Harvey Keitel, quien además accedió a un papel en el reparto. ‘Reservoir Dogs’ describe los pormenores accidentados en el robo colectivo de unas joyas. Joe Cabot (Lawrence Tierney), junto a su hijo Nice Guy Eddie (Chris Penn), recluta a un grupo de maleantes diversos para emprender la misión criminal. Para que se conserve el anonimato entre los miembros de la amalgama transitoria, Joe decide asignarles colores como nombres a cada uno. Los integrantes son Mr. White (Harvey Keitel), Mr. Orange (Tim Roth), Mr. Blonde (Michael Madsen), Mr. Pink (Steve Buscemi), Mr. Blue (Edward Bunker) y Mr. Brown (interpretado por el mismo Tarantino). Todo el plan se deshace estrepitosa y sangrientamente por la anticipación de la policía en el momento mismo del robo, lo cual despierta las sospechas de un soplón entre las filas del grupo criminal.
La película plantea con toda firmeza lo que sería el estilo distintivo de Tarantino, aquel que lo convertiría en la influencia de millones de jóvenes que encontraron una alternativa en los noventa a los modelos que planteaba el cine masivo de Hollywood. Con una película de no muy alto presupuesto, fundamentada en las actuaciones y con firmeza en la dramaturgia, especialmente en el talento innato de Tarantino para los diálogos, ‘Reservoir Dogs’ puso en la palestra una alternativa cinematográfica que sin duda abrevaba de la generación independiente posterior a la contracultura, específicamente de la filmografía de Martin Scorsese, y puso al frente a la serie B que durante muchos años fue menospreciada estéticamente. Se trata de una película en la cual el personaje representa con solidez el motor que activa la dinámica especialmente vigorosa de las acciones. La estructura está dividida desde la perspectiva dramática en el ensamble de todos estos personajes, en los devenires que los acercaron a este grupo fatal que se reúne por tiempo limitado. La desestructuración temporal responde precisamente al concepto construido sólidamente alrededor de los personajes, de su propio desarrollo que representa cada uno un hilo con el cual se construye una excelente trama que devela de fondo la trascendencia que reside en el fondo del azar, que a fin de cuentas es el destino trágico clásico.
Por supuesto, la construcción de Tarantino se plantea como una poción sumamente atractiva, en la que giran todos sus talentos, que incluyen su inmenso don como guionista y su ya legendaria intuición para encontrar canciones de la cultura popular, especialmente la afroamericana, que potencian sin duda alguna sus imágenes, sus acciones, la particularidad de sus personajes emblemáticos. ‘Reservoir’ Dogs hace uso de diferentes mecanismos que controlan el ritmo con absoluta precisión. Las elipsis y flash backs no son caprichosas sino que sirven también para construir toda una sucesión de velocidades que permiten disfrutar la película con una gama de emociones amplias. Así pues, pasamos de la agitación del golpe criminal a la urgencia de la violencia misma y de ahí a la confrontación propia de cada personaje por la supervivencia pura. La cámara puede panear intensamente de un personaje a otro en plenos diálogos, sin cortar, o puede cortar en la misma escena, o puede simplemente recibir al grupo de personajes en aquella memorable escena de créditos en la que podemos ver al grupo en toda su extensión. Por supuesto, tiene que ver con ‘The Wild Bunch’ (1969) o también con la colectividad repleta de diversidad de Jean-Pierre Melville o incluso los cómics de Dick Tracy. A fin de cuentas, no se trata solamente de una película de acción, sino del ensamble mismo de los destinos, en un collage que se alimenta de la más profunda tradición cinematográfica del cine independiente y subterráneo del cine estadounidense. El desplegar de alas de una carrera que ampliaría las perspectivas de una generación.
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