viernes, 13 de octubre de 2017

La profundidad de Denis Villeneuve en la inmensidad de 'Blade Runner 2049'



Por fin está en las salas de cine la ansiada secuela de la legendaria Blade Runner (1982), de Riddley Scott, a cargo de Denis Villeneuve. La aparición de los múltiples trailers aumentó la expectativa, especialmente por el impacto visual que se podía dilucidar. Los elogios hacia Roger Deakins, fotógrafo de altos vuelos con 10 nominaciones al premio Óscar, no se hicieron esperar, incluso sin ver la película. Hablar de Blade Runner es hablar de uno de las películas de ciencia ficción más importantes en los últimos cincuenta años. Para muchos la más importante de los últimos cuarenta. Retomar este universo, sin duda era una tarea descomunal, que tenía que ponerse en manos solamente de un cineasta probado y comprobado, como Denis Villeneuve, quien cada vez asoma más su presencia en el panorama del cine mundial y finalmente se consolidó en el género con su celebrada Arrival (2016). Villeneuve se unió al guionista original del clásico ochentero para especular acerca de la continuación de este mundo en el año 2049, casi treinta años después del punto donde nos dejó Deckard (Harrison Ford), después de escapar con el ideal y replicante amor de su vida, Rachael (Sean Young). Ahora nos sitúa en la perspectiva de K (Ryan Gosling), blade runner replicante, acompañado también por su amor artificial e inteligente, Joi (Ana de Armas), un holograma programado y más sensible que su jefa, la teniente Joshi (Robin Wright). K está acabando también con los mejores y peligrosos replicantes que se han salido del control del establecimiento (igual que Deckard treinta años atrás), así que también debe enfrentarse a los herederos de la ciencia Tyrrel, en manos de Niander Wallacer (Jared Leto), todo un semidiós a estas alturas.

La película de Villeneuve está construida con base en el célebre monólogo  (uno de las más emblemáticos en la historia del cine) a cargo de Roy Batty, el extinto líder de la resistencia replicante 30 años atrás. Sin duda, estos replicantes han visto brillar los rayos C brillar en la oscuridad, cerca de las puertas de Tannhäuser. La sensibilidad se ha hecho exponencial y sin duda recordamos al mítico Stalker de Tarkovsky, al personaje y a la película, inmerso en la desolación distópica del desierto cultivado por los seres humanos. La aproximación al genio ruso del cine no se limita al orden temático. Se extiende también al tratamiento cinematográfico, donde los planos se extienden periféricamente, concentrándose en el contenido poético, en la humanidad que brilla intensamente en los ojos de K, el replicante desolado. Por supuesto, la construcción dramática de Villeneuve también está presente, destacadísima desde los inicios de su carrera y la facilidad emocionante que el director canadiense tiene para hacer esa tarea inmanente de especular, para imaginar, para dotar a este universo de su propia impronta y actualizando la vigencia de esta saga fascinante. Por supuesto, hablando de especulaciones, lo que se preveía y se decía de Roger Deakins es cierto y sin duda que su trabajo en esta cinta quedará para el recuerdo y para la posteridad al mismo tiempo. Es indispensable mencionar la brillante aportación de Dennis Gassner en el arte. Esta mancuerna, bajo la visión filosóficamente elaborada de Villeneuve, construye unos escenarios que sin duda marcarán al cine de esta época. Estos espacios son una prolongación del mismísimo K, quien alimenta y se alimenta de esta aridez espectacular de tonos amarillos difuminados y azules melancólicos. El trabajo en la música de Benjamin Wallfisch y Hans Zimmer logra dotar a la experiencia completa del estruendo apocalíptico que nos aterra y nos empuja como una máquina monstruosa. Blade Runner del 82 es la película que mejor ha acertado en la especulación sobre el futuro. La especulación de Blade Runner 2049 al menos cumple con la inmensa virtud de disparar la reflexión sobre un presente que al menos se percibe cada vez más extremo.

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