Sofia Coppola ha tenido una carrera simultáneamente particular y frecuente en el mundo del cine. Hija de su prominente y preclaro padre, todo un prócer en la historia del cine, Francis, creador de algunas de las obras más importantes del Séptimo Arte. Sin embargo, Sofia ha sabido cargar con este peso del apellido, evidentemente muy estimable. Para contrarrestarlo, una de las mejores acciones que ha tenido es la de diversificar sus apuestas, adentrándose en diversas tareas de la labor cinematográfica. Desde sus cameos en los celebérrimos Godfathers de su padre, pasando por sus esfuerzos en la producción, incluyendo sus aciertos en el guion (que incluso le valieron ya un premio Óscar), hasta su consolidación como directora, que sin duda se da con su más reciente película, The Beguiled. Para ello, decidió adaptar la novela ‘A Painted Devil’, de Thomas P. Cullinan, integrante del célebre subgénero de la novela gótica sureña, nutrido por históricos de la literatura estadounidense como Faulkner, Capote y Tennessee Williams. También reclutó un elenco muy destacado e intergeneracional, como lo reclama la historia, con Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst y Elle Fanning. También podría considerarse esta película como un remake de la adaptación de 1971, dirigida por Don Siegel, quien para el reparto eligió a su fetiche Clint Eastwood para encabezar un reparto en donde también se encontraban Geraldine Page y Elizabeth Hartman. Una película sin duda menos visible que esta de Sofia Coppola.
‘The Beguiled’ está contextualizada en la Guerra de Secesión norteamericana, específicamente en el sur, en una casa en donde la pedagógica Miss Martha (Nicole Kidman) tiene bajo su cuidado a siete mujercitas que representan diferentes estados del desarrollo femenino, desde la niñez más tierna hasta la juventud algo desacelerada de Edwina (Kirsten Dunst), pasando por la ebullición adolescente de Amy (Elle Fanning). Una sinfonía de femineidad en un marco resplandeciente, con la luz del sol sureño se cuela entre las ramas de los árboles del gran jardín, mientras las bombas resuenan a la distancia, como si esta fuera una cápsula atmosférica. Inmediatamente viene a la memoria Days of Heaven, de Terrence Malick (1978), llena también de este clima embriagador y sensitivamente onírico. Todo empieza con la pequeña Amy (Oona Laurence) se encuentra un yanqui tirado en el piso, el cabo McBurney (Colin Farrell), un animal salvaje herido y por supuesto exótico en este medio. Convertida en bastón, lo lleva hasta la casa y allí Miss Martha decide darle asilo, recurriendo a sus responsabilidades de católica muy practicante. Por supuesto, la presencia de esta fuente desbordante de testosterona genera una reacción biológica incontrolable en este grupo humano que parece una ilustración decimonónica del desarrollo femenino. El animal tiene grandes poderes de seducción, está herido y reconoce muy bien las hormonas circundantes. Ahí es donde empieza la expansión de esta nube deliciosa de sensaciones, detallada muy sofisticadamente por una Sofia Coppola incisiva, observadora, que sabe de manos que se tocan, de roces, de miradas, de tensiones eróticas, en una disposición de manada salvaje. Las tensiones se transforman, los silencios se extienden, las ansiedades crecen, las incomodidades se fortalecen, el deseo y la vergüenza luchan sin descanso en el interior de los sexualizados. La animalidad agita las respiraciones y los riesgos son invisibles para todos. Las risas y risitas de los espectadores se van transformando emocionalmente en la sala de cine y son un deleite para quien vive la experiencia colectiva.
La mejor película de la Coppola. Lost In Translation (2003) está lejos de su complejidad. También Marie Antoinette (2006) está fuera de sus alcances. Más cincelada que Somewhere (2010). El cine de Sofia ya tocó alturas Coppola.
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