Pocas veces en la historia del cine han surgido cineastas de las dimensiones culturales y artísticas de Satyajit Ray. El gran maestro de Calcuta consiguió trazar una filmografía que demostró como nunca la célebre proclama de Tolstoi que reza: “pinta tu aldea y serás universal”. Desde la descomunal y conmovedora aldea india, Ray pintó con su mirada poética un cine que nos llevó como espectadores a las profundidades de una de las primeras civilizaciones de la humanidad para ahí descubrir, como un evento antropológico extraordinario, el tejido trascendente de la condición humana. Su ópera prima, ‘Pather Panchali’, probablemente la más importante primera película de cualquier cineasta en la historia, nos puso en el lugar donde se cruzan el comienzo y el final de los tiempos, con centro en el nacimiento proverbial de Apu (Subir Banerjee), el pequeño niño que nos llevará de la mano para cruzar la puerta que divide la antigüedad y la modernidad. La pobreza lacerante en medio del asombroso escenario natural nos presenta a un grupo familiar que abarca todas las edades, desde la abuela viejísima, activa y rebelde (Chunibala Devi), pasando por el siempre optimista padre (Harihar Ray), la generosa hija adolescente (Uma Das Gupta) y el luminoso Apu.
Envuelta por la fascinante música del legendario Ravi Shankar, la cinefotografía de Subatra Mitra captura a una familia que resplandece en medio de un escenario natural en el que la luz los involucra, los hace parte de ese mismo mundo. Ray tiene la gran capacidad de concentrar la historia en aquella casa ruinosa por la que deambulan naturalmente los personajes, con las vacas, el perro y los gatos, mientras viven una rutina de armonía y confrontación, en las profundidades del país, en medio de la cultura brahmánica, en donde son tan trascendentes como mundanos, en donde son tan indios como universales, en las terquedades, en los empeños, en las quejas, en los abrazos, en los encuentros emocionales. La película documenta la India rural de mediados de los cincuenta en su representación de la India de mediados de los veinte, denunciando de esta forma el abandono de las comunidades lejanas a las grandes ciudades, condenadas a la supervivencia en una melancolía poética que también retrata una vida silvestre, bucólica y frecuentemente feliz. El sonido de Bhupen Ghosh es capaz de hacer del viento y del agua signos de la dicha o de la desgracia. La mirada de Ray nos enfrenta a la mirada constante de todos aquellos que pueblan un mundo extenso, en donde la escasez se compensa con una abundancia milagrosa. Las necesidades crecen en medio del ambiente como si de musgo se tratara, sobre piedras milenarias, empujando a los seres humanos a la supervivencia y también a la unidad que los fortalece. Pero la separación de las familias se hace necesaria para soportar la necesidad. Para comer, para seguir viviendo, no para vivir. De repente, en los más tristes momentos de la tragedia, surge entonces la vivacidad infantil, el deseo profundo de ser feliz con la simplicidad. Apu y Durga, su hermana, atraviesan el campo con una nueva ilusión. No existe la diferenciación entre la vida y la muerte, justo como sucede en un ecosistema natural, en donde siempre son complementarios, dos caras de una misma moneda. En el fondo está el espíritu profundo del Renoir más naturalista, pero también del De Sica más consciente.
‘Pather Panchali’ le da vida a la experiencia cinematográfica y es prueba fehaciente del poder del cine en la representación del mundo, de la sociedad y de la vida. Satyajit Ray nos invita a una realidad bien conocida porque la hemos vivido en los lazos que construimos con quienes están a nuestro alrededor, pero también es otra realidad, una extraordinaria e incluso extraña para nosotros como citadinos y como occidentales. Esa resonancia universal desde lo particular, de la singularidad de un pequeño niño, es todo un mito fundacional en la cultura del siglo XX.
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