sábado, 22 de junio de 2019

La prestidigitación brillante de Martin Scorsese, la caravana trascendente de ‘Rolling Thunder Revue’ y la máscara carnavalesca de Bob Dylan



Una de las facetas fundamentales en la prolífica y diversa filmografía del legendario Martin Scorsese es su obra documental. Scorsese se interesó por el documental desde los inicios de su carrera. Su primer presentación fue ‘New York City… Melting Point’ (1966) en donde Scorsese por primera vez le da un vistazo a su histórica perspectiva de Nueva York. Tras su encantador mediometraje documental ‘Italianamerican’ (1974), donde explora en sus orígenes familiares y culturales, Scorsese abrió la lata de los documentales clásicos con su histórico registro del concierto final de la banda canadiense de folk rock ‘The Band’ (1978), en donde fortaleció como nunca toda una vertiente del sólido vínculo contracultural entre el cine y el rock. En este siglo, se destacan en esta vertiente de su cine su participación en dos sensacionales series documentales: ‘The Blues’ (2003) donde Scorsese dirigió el capítulo ‘Feel like going home’ y en ‘American Masters’ (2005), con el capítulo sobre Bob Dylan, ‘No direction home’. Después de registrar a los Rolling Stones en concierto en ‘Shine a Light (2008) y construir una semblanza profunda sobre el exbeatle George Harrison, en ‘George Harrison: Living in the material world’ (2011), Scorsese vuelve con Dylan para subirnos en la caravana de su gira setentera ‘Rollin’ Thunder Revue’ (2019).

Bob Dylan es uno de los corazones de la cultura popular estadounidense, y justamente así lo capta Dylan en este viaje en busca del lodo purificador, del caldo de cultivo en el que crece la flor de la creatividad, del arte mismo. En el viaje de Zimmerman también viajan otros héroes de la ebullición como Joan Baez, Patti Smith, el poeta Allen Ginsberg, Joni Mitchell, el dramaturgo Sam Shepard, Roger McGuinn y la actriz Sharon Stone, entre otros. Scorsese nos plantea esta feria andante de forma extensa y profunda, con toda la diversidad que la caracteriza, anclada a las ferias itinerantes del Lejano Oeste e incluso con evocaciones del mismísimo teatro griego, con este cantante de historias con el rostro pintado y la mirada que refleja su trance dramático, en una verdad especialmente poderosa en su propio mundo. Scorsese, de forma provocadora, nos adentra en la fantasía tangible de la atmósfera psicodélica y estimulante con pinceladas de falso documental que sin duda retan la corrección política tan lacerante de estos tiempos, incluso sobre las visiones idólatras de una figura como Dylan. El material fílmico original de la gira misma nos pone en contexto de ese espíritu creativo imparable, de esa comunión trascendente, de ese impulso inagotable en pos del descubrimiento en innumerables niveles, en busca de esa química indescriptible de la innovación, de la creación misma, de la inspiración. La interacción entre las estrellas de esta constelación resulta tan reveladora y valiosa que hace que la película transite constantemente entre la ficción del mockumentary y la autenticidad espontánea de un flujo de pensamiento que se convierten en toda una introspección existencial entre auténticos pensadores transformadores, como si se cruzaran dos cables de alta tensión.

La agitación de los setenta se puede percibir de forma muy creativa, con un Scorsese que fue testigo directo, que fue partícipe, que comprende muy bien lo que representa ese espíritu. Las letras de Dylan viajan por el país, en pequeños escenarios, con un mensaje que transita el país y palabras que se quedan en las mentes de las personas, que se convierten en revelación con una facilidad que resulta impresionante. Así vamos saltando por los testimonios circundantes de los personajes trucados por Scorsese, transitando por los reales, hasta acercarnos al centro del escenario en donde vemos la luz de Dylan y sus compañeros que irradia como si nos contara una historia junto al fuego, con su máscara esperpéntica y expresionista. Scorsese nos invita a uno de esos procesos que cada vez escasean más en el mundo. Nos invita a un proceso expresivo profundo y colectivo, de esos que hoy escasean.

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