sábado, 12 de octubre de 2019

La filosofía transversal de Richard Linklater y la arquitectura emocional de ‘Where’d You Go, Bernadette?’

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El cine independiente estadounidense ha nutrido constantemente el desarrollo de este arte, especialmente durante los últimos sesenta años. Después de la legendaria generación de los años sesenta y setenta, surgida en la ebullición de la contracultura, década tras década, nuevas generaciones de cineastas han influenciado notablemente el desarrollo fílmico en el mundo. En los años noventa, tras el final de la Guerra Fría y el auge de nuevas juventudes determinadas por la tecnología y la globalización, surgió una figura crucial de aquella generación de independientes. Se trata de Richard Linklater, quien fue tallando su estilo desde la transición entre los ochenta y los noventa, hasta que entregó ‘Before Sunrise’ (1995), que revolucionaría las comedias románticas y adoptaría curiosamente la figura comercial de las sagas para extenderse en el tiempo con otras dos películas de altura: ‘Before Sunset’ (2004) y ‘Before Midnight’ (2013). En el intermedio, trabajó en películas de auténtica vanguardia como las sorprendentes animaciones ‘Waking Life’ (2001) y ‘A Scanner Darkly’ (2006), la contestataria ‘Fast Food Nation’ (2006) y, por supuesto, la maratónica ‘Boyhood’ (2014). Linklater está de regreso con ‘Where’d You Go, Bernadette?’ (2019), una película que tiene todo el aroma de su obra, protagonizada por Cate Blanchett y con las actuaciones de Billy Cudrup, Emma Nelson, Kristen Wiig y Laurence Fishburne.

‘Where’d You Go, Bernadette?’ nos cuenta la historia de Bernadette Fox (Cate Blanchett), una genio de la arquitectura que se ha convertido en ama de casa tras abandonar revolucionarios proyectos y casarse con Elgie Branch (Billy Cudrup), un brillante desarrollador de animación y gurú de Microsoft, con quien tuvieron a Bee (Emma Nelson), ahora una inquieta y vivaz adolescente. Bernadette ha desarrollado una misantropía consistente, especialmente en relación con su propio vecindario, encabezado por la insoportable y voluntariosa Audrey (Kristen Wiig), y también una actitud maniática de fiera enjaulada que poco a poco la consume, mientras se resiste a dejar atrás sus sueños profesionales y procura cumplir con sus labores del hogar. El reencuentro con Paul Jellinek (Laurence Fishburne), uno de sus amigos en la gloria de la arquitectura, le impulsa a dar pasos en nuevas direcciones.  Linklater construye un retrato consistente de su personaje, soportado en una Cate Blanchett que rememora a la Jasmine de Woody Allen, sobre un concepto que incluye el falso documental, la comedia y el drama, que no deja de lado el tono lúdico su cine y las conversaciones trascendentes que caracterizan su obra. Todo sufre con una música innecesaria que siempre distrae. Pocas veces los personajes femeninos de Linklater han tenido tal preponderancia y aquí además todo se enriquece con una relación madre – hija repleta de momentos simples y llenos de emoción cotidiana. Bernadette siempre está incómoda, inquieta, insatisfecha, con un sobrante de energía que no puede domar, llena de estrés angustiante, con efectos en su salud física. No parece visible ese lugar en el que vuelva a reaparecer para ella la armonía, la fluidez necesaria para que su vida vuelva a tomar su cauce. Se trata de un avance extenso y progresivo del caos sobre su vida, a tal punto que todo ese ruido, toda esa inestabilidad, toda esa frustración casi por reflejo explota en la situación social, derriba las barreras y responde a la inercia de la agitación.

La mejor faceta de Richard Linklater es la que ha cultivado este cine que naturalmente filosófico que enfrenta a sus personajes con entornos en los cuales solamente flota sin que se puedan sujetar por completo de algo, mientras recorren el entorno con una humanidad exuberante. Bernadette es otro más de sus personajes para esa colección emblemática en su obra que retrata de forma extensa a una sociedad norteamericana que no precisamente representa a los más segregados, sino a aquellos que desde una posición de privilegio considerable batallan continuamente por encontrarse a sí mismos.

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